Presentación

He creado esta página con la intención de mantener un contacto más directo con mis alumnos de la carrera de Bibliotecología y Periodismo de la Universidad de Playa Ancha, a través de la cual incorporaré permanentemente textos de estudio, guías de reforzamiento, mapas conceptuales, mapas dinámicos, informaciones y otros recursos didácticos destinados a facilitarles el aprendizaje de los contenidos programáticos.

domingo, 2 de abril de 2006

ACERCA DE HEROES Y HEROISMO


Desde pequeños se nos ha enseñado muy acertadamente, a respetar la memoria de nuestros héroes y valorar los actos de heroísmo. Sin embargo, el concepto ha sido tan desvirtuado que algunos lo asimilan y degradan a acciones de simple valentía, arrojo, intrepidez o bravura, atribuyéndoselo por añadidura a personas vivas, y a cualquier tipo de coyuntura histórica, política, social, religiosa y hasta deportiva.
Permítaseme plantear brevemente unas palabras que a modo de tesis, aspiran sólo a inducir a una reflexión más profunda sobre la materia, especialmente en este mes en que conmemoramos la gloriosa gesta de Iquique y Punta Gruesa.
En la Antigüedad, los griegos denominaban héroe a aquel semidiós engendro carnal entre una divinidad y un ser humano, y que por lo mismo (si bien mortal), poseía uno o más atributos excepcionales característicos. La lengua española define a su vez al héroe como aquel “varón ilustre por sus hazañas o virtudes”, “protagonista o personaje importante de un poema épico, de una leyenda”, “semidiós” o “persona muy admirada por sus cualidades”.
Quedan manifiestas las deficiencias de estas aproximaciones, pues el heroísmo no es, exclusividad de una “edad, sexo, estirpe o condición”; tampoco de un personaje de fantasía, deidad o persona con algún talento.Por lo mismo, desprendiéndonos de su origen mítico, fantasioso y vulgar, podríamos precisar el concepto de héroe como aquella persona civil o militar que colocada en un trance histórico, en condiciones de desventaja evidente pudiendo evitar el desenlace fatal, por un compromiso personal y social, decide, con un claro sentido de trascendencia, enfrentar con dignidad la muerte por la defensa de valores superiores, produciendo un cambio en el curso de la historia y transformando de este modo, su sacrificio, en un triunfo contra la cobardía y el egoísmo.
De esta definición es posible distinguir diversos elementos básicos que es conveniente aclarar. Un héroe es una persona, es cierto, o sea, un ser racional, independiente de su edad, sexo o condición económica. Puede ser joven o anciano, hombre o mujer, rico o pobre; sin embargo, aún cuando su origen no es determinante, tampoco es cualquier persona. Puede haber sido una persona común, que durante su vida no haya demostrado una conducta excepcional, sino que basta (¡y vaya que sobra!), el modo en que elije y decide ingresar a la historia.
Aunque muchas veces se confunde el heroísmo con la actividad militar, no es patrimonio exclusivo de esta profesión. Demasiados son los ejemplos de heroísmo en la vida civil, religiosa, política y otras actividades como para explicitarlas aquí.
El héroe encarna un momento histórico determinado, es fiel representante de un tiempo y espacio, que no ha elegido (¡como nadie podría hacerlo!) pero que sabe interpretar con lucidez.
El héroe afronta una situación límite en condiciones de desventaja evidente. El último momento de su vida lo sorprende y obliga a decidir en un escenario de desmedro objetivo. La situación de superioridad o siquiera de equilibrio de condiciones frente a aquella realidad, nos imposibilita para hablar de acto heroico.
Todo acto heroico nace y termina, en y por una desigualdad.La situación a la que se enfrenta el héroe siempre le ofrece la posibilidad de evitar el desenlace fatal. No es heroísmo o acto heroico el encarar eventos que no ofrecen esta elección. En estos casos parece más correcto hablar de valentía, mas no de heroísmo. Siempre le debe ser posible al héroe huir o evitar de cualquier manera el riesgo vital. Es esta posibilidad rechazada, la que le otorga la calidad de heroica a la acción. El héroe decide asumir con valentía la muerte, aunque no sin temor. La valentía no está exenta de temor, pero es justamente esto, lo que le otorga grandeza al acto heroico. Si no hubiese temor o conocimiento del peligro que se enfrenta, el acto carecería de todo valor (como en el caso de la temeridad) o sería un mero reflejo de insania mental.
El deceso es el requisito esencial del heroísmo. Todo héroe resulta muerto. No existen los héroes vivos. La vida, por ser lo más preciado para el ser humano, es el más sublime de los sacrificios humanos.
El héroe posee un compromiso personal y social, que le obliga a actuar de determinada manera frente a la muerte. El acto heroico es el reconocimiento lúcido de los deberes y responsabilidades morales consigo y sus semejantes.El acto heroico que es esencialmente valórico, implica como ya queda dicho, algo más que una simple valentía frente a la muerte, sino supone la defensa de otros valores tales como la solidaridad, el respeto, el honor, etc. Esto distingue claramente al héroe, del "terrorista suicida", que representa en sí los disvalores.
El héroe posee un claro sentido de trascendencia y conciencia histórica. Aún cuando esta característica pudiera estar relacionada con la posesión y ejercicio de una creencia religiosa, la relación no es necesaria. Para un creyente, la trascendencia vendría dada por la fe en la vida eterna, como en el ateo, por el materialismo histórico. Para ambos, lo esencial de la existencia, no es saber vivir sino saber morir.
El héroe produce un cambio en el curso de la historia. No es posible hablar de "héroes anónimos", para éstos estarán reservados otros numerosos adjetivos. El verdadero héroe, logra con su sacrificio modificar conciente o inconcientemente el curso de la historia, lo que no hacen en ningún caso los mal llamados "héroes anónimos". El héroe transforma su muerte en una victoria contra la cobardía y el egoísmo. La muerte del héroe es siempre ejemplar, y aún cuando, a simple vista pueda representar la derrota del más débil, acaba siendo un triunfo sobre la muerte y la indiferencia social.
Por todo lo expuesto, es hidalgo reconocer que si nosotros mismos, puestos en la “circunstancia” heroica, no hubiésemos querido, sabido o podido imitar el acto de aquellos espíritus insignes de nuestra historia, digno será de nuestra parte, mantener su recuerdo vivo y agradecido, o un respetuoso silencio.
Artículo publicado en "El Mercurio" de Valparaíso, mayo de 2005.
Lectura complementaria relacionada:
Thomas Carlyle, "El Culto de los Héroes": http://www.bibliotheka.org/?/ver/39190

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