Presentación

He creado esta página con la intención de mantener un contacto más directo con mis alumnos de la carrera de Bibliotecología y Periodismo de la Universidad de Playa Ancha, a través de la cual incorporaré permanentemente textos de estudio, guías de reforzamiento, mapas conceptuales, mapas dinámicos, informaciones y otros recursos didácticos destinados a facilitarles el aprendizaje de los contenidos programáticos.

lunes, 3 de agosto de 2009

LA REVOLUCIÓN FRANCESA

La Revolución Francesa es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad, porque destruyó el sistema político, social y económico existente hasta el siglo XVIII, reemplazándolo por un nuevo régimen que en sus líneas generales subsiste hasta hoy en la mayor parte de los países de Occidente: el Estado liberal y democrático.

ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN

1) Antecedentes Políticos.

El principal antecedente fue el absolutismo que se había hecho incompatible con la Ilustración y la monarquía liberal, por lo que existía una aspiración general hacia la libertad. A esto se suma la arbitrariedad de la organización del Estado, el cual carecía de unidad administrativa y jurídica, de un sistema adecuado de cobro de los impuestos, mientras mantenía la desigualdad ante la ley y los tributos.

2) Antecedentes Económicos.

La Revolución no fue el fruto del descontento de las masas populares, ya que la clase más descontenta era la burguesía, que había adquirido conciencia de su fuerza y aspiraba, por eso mismo, a tomar participación en el gobierno. Deseaba romper las trabas del mercantilismo para seguir por el camino del liberalismo económico, que estaba más de acuerdo con las nuevas condiciones de la economía. Esta nueva política le permitiría enriquecerse aún más y controlar el Estado.

Por otra parte el estado se hallaba sumido en agudos apuros financieros, endeudado con la propia burguesía, de la cual los reyes venían obteniendo empréstitos que ya no podían cancelar. Le era preciso, pues, tomar las riendas del poder a fin de salvar sus capitales de una inminente bancarrota o quiebra fiscal que la hubiese arruinado.

Además, la guerra de América terminó de arruinar las finanzas del Estado francés. Para financiar los ingentes gastos que ella originó, los gobernantes no hallaron ora solución que contratar nuevos empréstitos, pues las clases privilegiadas se negaban a pagar impuestos.

3) Antecedentes Intelectuales.

El conjunto de ideas en que se basó el programa de acción revolucionario, lo proporcionó la Ilustración que aportó las ideas liberales de Locke, Volatire y Montesquieu entre otros y que como contrapartida encontró en el liberalismo económico de los fisiócratas y de Adam Smith el apoyo para destruir las barreras del sistema mercantilista.

Pero la Ilustración aportó además la idea democrática. El concepto de igualdad natural de los hombres, de la oposición a los privilegios y de la soberanía popular halló su mejor exponente en Rousseau, partidario decidido de la supremacía de las mayorías.

4) Antecedentes Externos.

El ejemplo externo se encontró en el reformismo político del Despotismo Ilustrado y la independencia de los Estados Unidos. Muchos de los militares y nobles franceses que lucharon por la libertad de ese país, regresaron a Francia imbuidos en los principios de los derechos del hombre como el fue el caso del marqués de La Fayette.

COMIENZO DE LA REVOLUCIÓN

1) Los orígenes de la crisis.

El sucesor de Luis XV, su nieto Luis XVI, era un príncipe de inteligencia mediocre y completamente falto de carácter. Gordo, pesado y robusto, sólo sentía inclinación por la caza y por los trabajos de cerrajería. Su esposa, María Antonieta de Austria, hija de la emperatriz María Teresa y hermana de José II era una mujer frívola, pródiga y amiga de nobles opuestos a todo tipo de reformas.

Entre los ministros del rey sobresalió Turgot, sabio economista, honrado y enérgico que se propuso poner término de una vez a los males que aquejaban a la Francia, realizando tres medidas de verdadera eficiencia: economías en los gastos públicos, libertad de trabajo, comercio e industrias, y supresión de los privilegios. Mas la violenta oposición de la reina y de los privilegiados lo derribó del poder.

Después de la caída de otros dos ministros, Nécker y Calonne, que en vano habían propuesto reformas, Luis XVI convocó a una asamblea de notables, formada por los privilegiados, a fin de proponerles contribuyeran al pago de impuestos. Pero los privilegiados, para impedir tal cosa, negaron a la corona la facultad de variar los tributos y reclamaron el derecho de la nación a votar sus impuestos y para ello, exigieron la convocación de los Estados Generales, donde esperaban hallar el medio de establecer una nueva organización del Estado, que limitaría el poder real y les devolvería a ellos el gobierno del país.
Luego, los primeros autores de la revolución fueron los privilegiados. Ellos provocaron al exigir la convocación de los Estados Generales. La burguesía, que no tenía ningún medio para obligar al rey a convocarlos, se limitó a aplaudir, en espera de recoger los frutos de tal medida.

2) Los Estados Generales

El gobierno cedió a la exigencia de los nobles. De nuevo ministro, Necker hizo decidir que el estado llano tendría en los Estados Generales tantos diputados como la nobleza y el clero juntos, en razón de representar él la masa de la nación.

La burguesía tenía pretensiones moderadas pidiendo la monarquía constitucional, la supresión de los privilegios, la libertad económica, la libertad religiosa y de prensa, la igualdad ante la ley, la unificación legislativa, aspiraciones a la cuales subscribía también una parte del clero y de la nobleza.

Pero el grueso de los privilegiados, atemorizado ante estas pretensiones, se unió a la corte e hizo resistencia a las reformas propuestas. El rey, por su parte, se dejó dominar por el círculo de la reina, y en vez de acceder a lo que se pedía, se decidió a mantener el absolutismo.

Dentro de la misma asamblea estalló en seguida el conflicto. Los dos órdenes privilegiados sostenían que las votaciones debían hacerse por orden, lo que les habría dado siempre la mayoría de 2 contra 1. El Estado Llano, más numeroso, abogaba por el voto por cabeza, lo que significaba para él triunfar por 584 contra 561. Como no se llegara a acuerdo, los diputados de la burguesía se separaron de sus colegas y se constituyeron por sí y ante sí en asamblea constituyente, jurando en la sala del juego de la pelota no separarse mientras no hubiesen dado a la Francia una constitución y realizado las reformas. Este fue el primer acto revolucionario (23 de junio de 1789).

EL DESARROLLO DE LA REVOLUCIÓN

1) La Asamblea Constituyente (1789-1791).

Después de algunas vacilaciones, Luis XVI reconoció los hechos consumados y ordenó a los otros dos órdenes incorporarse a la asamblea. Con ello terminaba el absolutismo, sin violencias ni derramamiento de sangre.
Sin embargo, el rey volviendo sobre sus pasos, concentró tropas extranjeras y se dispuso a dar un golpe de Estado para deshacerse de la Asamblea, al mismo tiempo que dejaba fuera del gobierno al ministro Necker, que se había hecho popular por su política favorable al estado llano.

Pero la asamblea fue salvada por la defección del ejército y por la sublevación del pueblo de París. La carestía de pan, agravada por los acaparadores, era una de las causas del descontento de la multitud. A esto hay que agregar la activa propaganda de diarios y folletos, alimentada en gran parte por el dinero de los banqueros.

El 14 de julio, ante el temor del golpe de Estado, las masas, en busca de armas, se lanzaron contra la Bastilla, que estaba defendida por un puñado de suizos e inválidos. Resistió cinco horas el ataque de las turbas enfurecidas, capitulando en seguida. Su gobernador fue asesinado.

2) Las Reformas de la Constituyente.

Después de la toma de la Bastilla, la agitación se extendió a los campos. Entre los aldeanos y los campesinos se produjo “el gran miedo”, terror colectivo que indujo a las gentes a tomar las armas para defenderse, según se decía, de las masas hambrientas que las ciudades arrojaban sobre os campos a causa de las malas cosechas que se obtuvieron ese año. Pero una vez pasado el pánico, los campesinos se lanzaron sobre los castillos, quemaron los archivos señoriales y se negaron a pagar los derechos feudales.

Para poner atajo al desorden, la Asamblea se decidió a ratificar el hecho consumado y generar una revolución social aboliendo los privilegios y proclamando la igualdad de derechos; a la vez que la nobleza y el clero renunciaban a los derechos feudales y al cobre del diezmo.

Para construir un nuevo régimen, la Asamblea acordó proclamó los principios filosóficos que servirían de base al nuevo orden. Tal fue la “Declaración de derechos del Hombre y del Ciudadano” que proclamaba que los hombres nacen y permanecen libres, entendiendo la libertad como la facultad de hacer todo lo que no perjudique a otro. Reconoció también la igualdad y la propiedad, esta última, como un derecho inviolable y sagrado. Además proclamó la soberanía nacional, entendiendo que la nación delega su poder en un gobierno responsable ante ella, y si el gobierno falta a su deber, los ciudadanos tienen el derecho de resistir a la opresión.

Para poner fin a la crisis financiera y cubrir el déficit fiscal, los bienes de la Iglesia fueron nacionalizados o convertidos en bienes nacionales, los que servirían de garantía a una especie de papel moneda, los “asignados”, los que si bien sirvieron en un principio para pagar la deuda fiscal, no tardaron en desvalorizarse a causa de que se les siguió emitiendo con el fin de pagar nuevas deudas surgidas posteriormente.

La Asamblea realizó otras reformas económicas como la abolición de los gremios y corporaciones, aunque al mismo tiempo, prohibió a los obreros asociarse y declararse en huelga. También de acuerdo con el liberalismo económico, se estableció la más completa libertad de comercio interior, suprimiendo las aduanas entre provincias, las reglamentaciones y la mayor parte de los impuestos indirectos.

En materia jurídica se dictó la Constitución de 1791 aprobada por la Asamblea Constituyente, que estableció el sufragio censitario, es decir, sólo votaban los ciudadanos que pagaban un cierto mínimo de contribuciones. Ellos formaban, además, la guardia nacional, institución armada que había sido organizada por los burgueses ante el temor que comenzaba a inspirarles la intervención del bajo pueblo en la revolución. La Constitución reposó sobre el principio de la separación de poderes, lo que significó el fin de la monarquía absoluta. El poder ejecutivo estaba a cargo del rey, ya no, “rey de Francia por la gracia de Dios”, sino “rey de los franceses”, aunque siempre inviolable, sagrado y hereditario por orden de primogenitura masculina. El monarca mandaba al ejército y a la marina, nombraba a los funcionarios y escogía libremente a sus ministros, los cuales sólo serían responsables ante él. Además, sólo tendría derecho de veto suspensivo en materia de leyes.

El poder legislativo quedó a cargo de una Asamblea Legislativa elegida por dos años, a la cual el monarca no podía disolver y que poseía la iniciativa legal y el voto exclusivo del presupuesto. El poder judicial, quedó a cargo de jueces y jurados.

No contentos con privar al clero de sus privilegios y de sus riquezas, los constituyentes, imbuidos en los principios galicanos, se empeñaron por sustraer a la Iglesia francesa de la autoridad del Papa, haciendo de ella una iglesia nacional. Con este fin los obispos y sacerdotes serían elegidos por los electores y debían sujetarse a la autoridad del Estado y jurar fidelidad a la nueva Constitución. Algunos refractarios se negaron a prestar juramento, mientras una minoría, los juramentados, aceptaron el nuevo orden. Francia se vio desde ese instante dividida en dos bandos religiosos, lo que vino a perturbar la marcha de la revolución hasta terminar por desencadenar la guerra civil en las regiones del oeste.

3) El Intento de Fuga de la Familia Real.

Luis XVI, sólo pensaba en huir de Francia para colocarse bajo la protección de las tropas fieles de la frontera y obtener el apoyo de los monarcas absolutistas de Austria y Prusia a fin de volver a ocupar el trono como soberano absoluto. Muchos nobles, los emigrados, ya habían salido de Francia, El rey huyó de París con su familia; pero, reconocido en el trayecto, fue enviado a la capital y suspendido de su autoridad por la Asamblea, que asumió así todo el mando. La fuga de Luis XVI produjo una profunda decepción entre los revolucionarios. Al ver que, suspendido el monarca, la Asamblea se mostraba incapaz de gobernar a Francia, los más exaltados pensaron en la posibilidad de instaurar el sistema republicano. Los revolucionarios quedarían divididos, pues, entre republi¬canos y monarquistas constitucionales.

4) La Asamblea Legislativa (1791-1792)

La Constituyente devolvió a Luis XVI sus poderes constitucio¬nales y se disolvió, cediendo el paso a Asamblea Legislativa instituida por la Constitución de 1791.

El ala izquierda de la Legislativa la formó el grupo llamado más tarde “los girondinos”, en razón de que muchos de sus miembros habían sido elegidos diputados por la región de la Gironda. Pertenecían a los elementos intelectuales de la burguesía y se hallaban ligados a los comerciantes, armadores y banqueros, toda gente adicta al liberalismo económico. Frente a las maqui¬naciones de los emigrados y del rey, empeñados en obtener la intervención de las potencias para hacer la contrarrevolución y restaurar el antiguo régimen, los girondinos propiciaban la guerra que serviría para extender la frontera hasta el Rhin y propagar la revolución por Europa.

El rey de Prusia y el emperador, escuchando en parte las solicitaciones de Luis XVI y de la reina, mediante la declara¬ción de Pilnitz (1791), habían amenazado con intervenir por las armas en los asuntos de Francia, lo que unió a los france¬ses en torno al partido girondino.

Lo girondinos logran entonces imponer al rey un ministerio girondino y la declaración de guerra al Austria, medida que el monarca no resistió gran cosa, convencido como estaba de que los franceses serían derrotados y de que él volvería al poder con el apoyo del extranjero vencedor (abril de 1792).

El ejército francés, desorganizado por la emigración de los jefes y oficiales (todos ellos nobles) e indisciplinado por la propagan¬da revolucionaria, sólo experimentó espantosos fracasos. Los franceses fueron rechazados por los austríacos cuando intentaron invadir Bélgica, mientras los prusianos, aliados de aquéllos, iniciaban la invasión de Francia. Su jefe, el duque de Brunswick, lanzó un manifiesto en que amenazaba entregar a París “a una ejecución militar y a la subversión total” si se cometía el menor ultraje contra la familia real.

Esta actitud del general prusiano, fue la señal de la lucha armada entre el pueblo de París y las fuerzas leales que defendían el palacio real. El 10 de agosto estalló una formidable insurrección popular dirigida por una comuna insurreccional, que lanzó contra las Tullerías y apoderaron de ellas.

El rey y su familia, que se habían refugiado en la Asamblea después del combate, fueron encerrados en la Torre del Temple, antiguo castillo que había sido de los caballeros templarios.

La Asamblea Legislativa, que había perdido su autoridad, se disolvió después de convocar, por sufragio universal, a elecciones de una nueva asamblea, que fue la Convención (septiembre de 1792).

La comuna insurreccional permitió o toleró las famosas “matanzas de septiembre”, en que bandas de hombres, armados penetraron en las cárceles y asesinaron sin proceso a los suizos, los nobles y los sacerdotes refractarios que allí estaban re¬cluidos.

Por otro lado, en la batalla de Valmy (1792) el general Dumouriez, logró detener el avance prusiano y salvar la revolución mientras el duque de Brunswick, hubo de ordenar la retirada (20 de septiembre).

5) La Convención (1792-1795).

La Convención, elegida por sufragio universal y bajo la influen¬cia de los numerosos clubes jacobinos repartidos por toda Fran¬cia, resultó ser la expresión de la voluntad de la mediana y baja burguesía, antimonárquica, republicana y democrática. La Convención fue elegida sólo por un décimo de los electo¬res, los más exaltados. El resto no votó atemorizado por las matanzas de realistas que siguieron al 10 de agosto.

La Convención decretó la abolición de la monarquía (21 de septiembre). En seguida, sin proclamar abiertamente la repú¬blica, acordó que los documentos públicos serían fechados en el año I de la República, y a indicación de Dantón declaró que la república francesa era "una e indivisible".

Los girondinos, que habían formado la izquierda de la Legislativa, pasaron a constituir la derecha de la Convención. Eran republicanos y demócratas; pero se oponían a la intervención en el gobierno de la comuna de París y de los elementos exaltados que la formaban, lo que los inclinaba a apoyarse en la burguesía moderada. Repudiaban los procedi-mientos de violencia para afianzar la república y sentían el más profundo respeto por las formas legales. Ligados a la burguesía comerciante, eran apasionadamente adictos a la libertad econó¬mica y se oponían a toda reglamentación de precios. Sus jefes, eran no¬tables oradores, pero no hombres de acción.

En la Convención fuera de los jacobinos y los girondinos, era posible distinguir también a los montañeses que ocupaban los bancos elevados de la sala de sesiones. Eran tan demó¬cratas y tan republicanos como los girondinos, pero se diferen¬ciaban de ellos en que aceptaban las medidas violentas y terroristas propiciadas por la comuna y por los jacobinos de París para salvar a Francia de la invasión extranjera y de los enemigos del interior. Sus principales jefes eran Dantón, Robespierre y Marat.

La Llanura o el Pantano correspondía a la masa de la Convención, que siempre, estuvo oscilando entre las dos facciones extremas. De procedencia burguesa, lo mismo que la Gironda y la Montaña, en el fondo temía al pueblo, sentía repugnancia por la violencia arbitraria y sanguinaria y miraba como un dogma la libertad económica. Sin embargo, compren-diendo la necesidad de salvar la Revolución, accedió a las medidas extremas que exigían la Montaña y la comuna, a título provisorio y mientras se obtenía la victoria.

Los montañeses imponen el enjuiciamiento del rey y de los girondinos (1792). El proceso del rey se inició y continuó ante la Convención, que lo declaró culpable por unani¬midad y lo condenó a muerte por 380 votos contra 310. Fue ejecutado el 21 de enero de 1793. Los montañeses acusaron a los girondinos de haber querido salvar al rey, pues habían pedido la ratificación de la sentencia por el pueblo. Esta acusación, unida a la traición de Dumouríez, que se entregó a los austríacos y a quien ellos sostenían, terminó por arruinar su prestigio. Las fuerzas armadas de la comuna (el “ejército revolucionario”) rodearon la Convención, apuntaron contra ella sus cañones y la obligaron a decretar el arresto de 29 diputados girondinos que fueron guillotinados.

6) El Terror (1793-1794).

Después de la caída de la Gironda, la Convención redactó la Constitución de 1793, que fue aprobada por un plebiscito y que nunca se aplicó debido a las necesidades de la guerra lo que permitió establecer una dictadura montañesa implaca¬ble.

En el exterior, la muerte del rey provocó una coalición general y Francia fue invadida por todas sus fronteras. En el interior, el peligro era no menos grave. Estalló la insurrec-ción de la Vendée, donde los campesinos se sublevaron para resistir el decreto de la Convención que les ordenaba enrolarse en los ejércitos de la república y combatir lejos de sus hogares. Sublevación a la que vino a agregarse la insurrec-ción girondina, llamada también "federalista”, provocada por los diputados que habían logrado huir de París.

Se estableció entonces una dictadura destinada a hacer frente a los enemigos de adentro y de afuera, salvar la Revolución, y evitar el desmembramiento de Francia y la vuelta al Antiguo Régimen. Tal fue el Terror.

En este gobierno revolucionario provisional la Convención continuó detentando la autori¬dad suprema mientras sus comités formaban el poder ejecutivo. Entre estos estacaba:

a) El Comité de Salvación Pública. Integrado por doce diputados elegidos por la Convención poseía poderes extraor¬dinarios para dirigir la defensa nacional, tanto en el exterior como en el interior. Constituía por sí solo una dictadura de varias cabezas.

b) El Comité de Seguridad General. Tuvo a su cargo las funciones de policía, vigilando y apresando a los sospechosos, es decir, a los enemigos de la república y a los que no trabajaban por ella.

c) El Tribunal Revolucionario. Formado por jueces y jurados designados por el Comité de Salvación pública, del cual eran dóciles instrumentos. Sus atribuciones consistían en Juzgar a los sospechosos. La ley de los sospechosos ordenaba el arresto de todos los individuos que no pudiesen presentar un certificado de civismo otorgado por la municipalidad respec-tiva.

d) Los Representantes en Misión. Eran diputados de la Convención a quienes se enviaba a provincias o a los ejércitos en campaña, premunidos de plenos poderes.

La energía del sistema permitió el triunfo del gobierno revolucionario sobre todos sus enemigos. En cuanto a la gue¬rra, las tropas de la Convención lograron avanzar más allá de las fronteras. Pero estas victorias fueron manchadas por odiosos excesos. Las víctimas del Terror se han calculado en cuarenta mil.

7) La Dictadura de Robespierre.

No tardaría en quedar Robespierre como único director del Terror. Al renovarse enteramente el Comité de Salvación entró en él Robespierre y varios de sus amigos.

Luego de guillotinar a todos sus enemigos políticos, Robespierre se propuso fundar la Repú¬blica de la Virtud transfor¬mando el deísmo de los filósofos en religión del Estado, bajo el nombre de Culto deI Ser Supremo y de la inmortalidad del alma.

Las actitudes de dictador y de pontífice que afectaban a Robespierre le atraían las burlas de los propios terroristas. Por otra parte, las victorias de los ejércitos revolucionarios hacían pensar que ya nada justificaba la continuación del Terror. Final¬mente, dentro del propio comité se produjo una división profunda entre sus miembros, muchos de los cuales no estaban dispuestos a seguir sufriendo el ascendiente personal de Robes¬pierre y hasta temían por sus propias cabezas. Todos estos sentimientos iban a permitir la coalición de los extremistas y de los moderados contra el dictador. Los completados pidieron el arresto de Robespierre en la tumultuosa sesión del 9 de Thermidor (27 de julio de 1794). La Convención votó la petición en medio de los gritos de "abajo el tirano". Robespierre y sus amigos fueron guillotinados sin juicio previo al día siguiente.

Luego, bajo la presión de la opinión pública y la influencia de los triunfos militares, se fue privando a los comités y al Tribunal de casi todos sus poderes, se llamó a los diputados proscritos, se clausuró el club de los Jacobinos, etc. Tal fue la llamada “reacción termidoriana” que devolvió el poder a la alta burguesía, representada por los elementos moderados de la Convención (llanura, girondinos sobrevivientes, etc.).

A la sombra de la reacción, el partido realista empezó a renacer entre las clases altas, aunque bajo el disfraz de republi¬cano moderado. Los petimetres o jóvenes elegantes, armados de garrotes, apaleaban en las calles a los jacobinos, mientras en el sur de Francia se producía un verdadero terror blanco contra los republicanos.

A fines de 1795 la Convención se separó a los gritos de "¡Viva la república!" y después de haber aprobado una nueva constitución. Esta constitución del año III estableció una repú¬blica burguesa y censitaria en que sólo tuvieron derecho a voto los ciudadanos que pagaban una contribución directa. El sufra¬gio universal quedaba, pues, suprimido.

En el orden económico, se derogó la ley del máximum y se volvió al liberalismo económico.

8) La obra de la Convención.

En medio de las luchas de partidos, que la destrozaban, la Convención realizó una obra gigantesca, que podemos resumir en la siguiente forma:

a) La defensa nacional. Frente a la guerra civil y a la guerra extranjera, la Convención tuvo que defender a la vez a la Revo¬lución y a Francia. Lo consiguió plenamente dejando al país agrandado con Bélgica y los territorios de la orilla izquierda del Rhin, llamadas "las fronteras naturales".
b) Reforma financiera. Todas las deudas del Estado, fue¬sen de la época de la monarquía o de la república, fueron inscritas en el Gran libro de la deuda pública y convenidas en rentas al 5% de interés.
c) Reforma comercial. Creó un sistema de pesos y medi¬das científicamente establecido, el sistema métrico, adoptado por casi todos los países civilizados y que puso término a la anarquía que antes reinaba en esta materia.
d) Reforma religiosa. Estableció en 1794 el régimen de la separación de las Iglesias y del Estado.
e) Reforma jurídica. Inició la reforma de la legislación con el estudio del Código Civil, terminado más tarde, bajo el gobierno de Napoleón.
f) La obra educacional y cultural. En estas materias, la obra de la Convención fue considerable. Aprobó el principio de gratuidad y obligación de la enseñanza primaria, creó los esta¬blecimientos de educación secundaria y creó o reorganizó gran número de escuelas especiales y de establecimientos científicos y artísticos: Escuela Normal, Colegio de Francia, Escuela de lenguas orientales, Museo, Conservatorio de Artes y Ofi¬cios, Biblioteca y archivos nacionales, Museo del Louvre, Escuelas de derecho y de medicina. Escuela de minas. Escuela politécnica e Instituto de Francia, que reemplazó a las acade¬mias del Antiguo Régimen.

9) El Directorio (1795-1799).

Al régimen establecido por la Constitución del año III se le da el nombre de Directorio, a causa de que el poder ejecutivo estuvo a cargo de un directorio de cinco miembros. Estos directores eran elegidos por un parlamento bicameral elegido por sufragio censitario, formado por el Consejo de los Ancianos y el Consejo de los Quinientos.

Dentro del nuevo régimen, el poder recayó en una plutocracia, de tendencias moderadas. El Direc¬torio, cuya misión era defender la república, entró luego en lucha con los realistas y con la extrema izquierda de antiguos montañeses, jacobinos y obreros, que aspiraban a una república democrática. De unos y de otros se defendió por medio de golpes de Estado. Esto, la crisis fiscal y la corrupción desprestigiaron al Directorio.

Finalmente, en vez de liquidar el período de guerras de la Revolución, el Directorio las hizo interminables al insistir en la vieja política agresiva de conquistar las fronteras naturales.

10) Las Campañas Militares de Bonaparte.

El tratado de Basilea (1795) había asegurado la paz con casi todos los enemigos de Francia, excepto Inglaterra y Austria, que no podían tolerar la dominación francesa sobre la orilla izquierda del Rhin.

a) La Campaña de Italia (1797). Bonaparte, después de atra¬vesar los Alpes, desconcertó al enemigo con su rapidez. Antes que lograsen reunirse los austríacos y los sardos, derrotó a unos y otros. Los segundos firmaron la paz, cediendo Niza y Saboya. En seguida obtuvo sobre Austria las tres grandes victorias de Lodi, Arcóla y Rívoli, que le entregaron todo el norte de Italia y le permitieron marchar sobre Viena y forzar a los austríacos a solicitar la paz. Por el Tratado de Campo Formio (1797) Austria reconoció a Francia la frontera del Rhin, además de casi todo el norte de Italia, donde Bonaparte estableció pequeñas repúblicas aliadas. Este tratado fue la negación de todos los principios de la Revolución, pues no consultaba la voluntad de los pueblos y sólo se basaba en la fuerza.

b) Campaña de Egipto (1798). Sólo quedaba un enemigo: Inglaterra, invulnerable en sus islas gracias al dominio del mar. Bonaparte, propuso al Direc¬torio intentar la conquista de Egipto, país que serviría de base de operaciones para atacar a la India, principal colonia inglesa, hiriendo de esta forma la riqueza británica.

Napoleón Bonaparte desembarcó en Egipto y en seguida venció a los mamelucos en la famosa batalla de las Pirámides (1798), que lo puso en posesión de El Cairo. Pero el 1° de agosto ocurrió un espantoso desastre; la flota francesa, que había escapado hasta entonces a la escuadra inglesa, fue destruida por Nelson en la batalla de Abukir, lo que dejaba a Bonaparte aislado en Egipto.

Bonaparte acudió a Siria, donde derrotó al ejército turco al pie del monte Thabor (1799). En seguida regresó a Egipto y se embarcó secretamente para Francia, deseoso de actuar en la política interna y de poner su espada contra una nueva coali¬ción. En 1801 los franceses evacuaron Egipto.

Mientras se desarrollaba la expedición a Egipto, Inglaterra organizó una segunda coalición, aliándose con Nápoles, Austria, Rusia y Turquía, para impedir la extensión de Francia hasta el Rhin (1798), la ocupación de Egipto y la transformación de los Estados papales en una república.

EL FIN DE LA REVOLUCIÓN

1) Derrocamiento del Directorio.

La inmoralidad del Directorio lo había desprestigiado completa¬mente. De acuerdo con los directores Sieyés, Barras y Roger Ducos, los ministros Talleyrand y Fouché, la mayoría del Consejo de Ancianos y con su hermano Luciano, presidente del Consejo de los Quinientos, Bonaparte planeó un golpe de Estado.

El 18 de Brumario del año VIII (9 de noviembre de 1799), bajo el pretexto de que se había descubierto una gran conspira¬ción, los Ancianos votaron el traslado de los Consejos a Saint Cloud y nombraron a Bonaparte comandante de las tropas de París. El poder ejecutivo quedaba desorganizado con la actitud de tres de sus miembros.

Al día siguiente, 19 de Brumario, el plan estuvo a punto de fracasar porque los Quinientos juraron fidelidad a la constitución y en seguida pidieron se declarara fuera de la ley al general. Muchos diputados se precipitaron sobre él; pero los granaderos lo cubrieron con sus cuerpos y lo sacaron completamente des¬concertado de la sala de sesiones. Sin embargo; la situación fue salvada por Luciano Bonaparte, que para demorar unos instan¬tes la votación, abandonó la sala y la presidencia, tiempo que le sirvió para arengar a la tropa diciéndole que su general había estado a punto de ser asesinado por los diputados. En seguida le dio la orden de penetrar en la sala y expulsarlos de ella. Un destacamento de granaderos, al mando de los generales Leclerc y Murat, cumplió la orden del presidente de los Quinientos.

En la tarde del mismo día sesionaron los Ancianos y la minoría de los Quinientos y acordaron la supresión del Directorio y su reemplazo por tres cónsules: Sieyés, Bonaparte y Roger Dúcos.

Pero la república había sido reemplazada por la dictadura militar, primera etapa hacia una monarquía popular. La nación venía reclamando orden y paz, pero sin dar con los medios de conseguirla, pues no podía aceptar la vuelta a la antigua monarquía ni tampoco la vuelta a la república democrá¬tica y terrorista. Entre estas soluciones extremas, la clase que gobernaba, temiendo perderlo todo, tanto en una como en otra, aceptó el término medio.

EL CONSULADO (1799-1804)

El régimen napoleónico consolida a la burguesía en el poder, confirma en sus propiedades a los compradores de bienes nacio¬nales, consagra la igualdad ante la ley, somete la Iglesia al Estado y asegura la abolición de los derechos feudales y de las asociaciones gremiales acordadas anteriormente.

1) Napoleón Bonaparte.

El general Bonaparte había nacido en Ajaccio, pueblo de la isla de Córcega, en 1769, un año después de haber sido cedida dicha isla a Francia por la república de Génova. Pertenecía a una antigua familia noble pero empobrecida.
Bonaparte pudo obtener de Luis XVI una beca para estudiar en la escuela militar de Brienne. Lue¬go ingresó a la Academia Militar de París, donde obtuvo el título de teniente de artillería. La revolución le permitió hacer una rápida carrera. A los veinticuatro años era gene¬ral de brigada, y a los 27 obtuvo el comando del ejército de Italia con el grado de general en jefe.
El cansancio general permitió a Bonaparte establecer progresivamente una especie de monarquía absoluta, lo que hizo en tres etapas: consulado decenal, consulado vitalicio e Imperio.

El abate Sieyés, el teórico de la conspiración contra el Directorio, pensaba hacer de Bonaparte el dócil ejecutor de sus planes políticos; pero luego se dio cuenta de que el joven gene¬ral tenía el carácter dominador de un César, favorecido por una penetrante inteligencia, una gran ambición, un temperamento frío y una capacidad de trabajo formidable.

2) La Constitución de 1799.

Bonaparte impuso a los otros cónsules la Constitución del año VIII (1799), aprobada por un plebiscito. Se basaba aparentemente en la soberanía del pueblo, ya que todos los ciudadanos eran electores, pero votaban sólo para formar listas de notabilidades, entre los cuales el primer cónsul y el Senado elegían a los miembros de los poderes del Estado.

El Poder ejecutivo, quedó a cargo de tres cónsules nombrados por diez años por el Senado; pero en realidad sólo existía la autori¬dad del primer cónsul, que tenía en sus manos la totalidad de las atribuciones.
El Poder legislativo, fue confiado a cuatro asambleas: Consejo de Estado (que preparaba las leyes), Tribunado, (que las discutía), Cuerpo legislativo, (que las votaba) y Senado (que velaba por su mantenimiento). Los miembros de estas asambleas no eran ele¬gidos por el pueblo sino por el primer cónsul o por el Senado, según los casos, extrayéndolos de las listas de notabilidades.
Como se ve, bajo apariencias republicanas se estableció una verdadera monarquía. La soberanía popular y el sufragio uni¬versal funcionaban completamente desvirtuados. Existía un ejecutivo fuerte en la persona del primer cónsul y un legislativo débil repartido entre las cuatro asambleas.
En 1802 al firmar con Inglaterra la paz de Amiens, que reconoció la república francesa y sus fronteras naturales, el entusiasmo popular fue tan grande, que el primer cónsul aprovechó la situación para hacerse dar por un plebiscito el consulado vitalicio, y luego el derecho de designar su sucesor. En el hecho, fundaba una monarquía hereditaria.

3) La Obra del Consulado.
Las obras principales del Consulado fueron el Concordato y el Código Civil.

a) El Concordato. Después del Terror y a partir de la reacción termidoriana, se produjo un renacimiento católico entre las clases altas de la sociedad francesa. Bonaparte quiso utilizar esta corriente religiosa para atraerse al clero a su sistema de gobierno, separándolo del realismo. Para conseguirlo entabló negociaciones con el papa Pío VII. En virtud de este tratado (1801), el gobierno de la república reconocía que la religión católica era la de la mayoría del pueblo francés y, por lo tanto, aseguraba su libre y público ejercicio, nombraba los obispos y les pagaba un sueldo por cuenta del Estado. El papa, por su parte, aceptaba como válida la venta de los bienes de la Iglesia y daba la investidura espiritual a los obispos designados por el gobierno.
El Concordato fue para Bonaparte, no una obra religiosa sino una obra política, un verdadero instrumento de dominación que le permitía colocar a los obispos y a los curas (ahora funcio¬narios del Estado) bajo su autoridad.
b) El Código Civil. Promulgado en 1804 el nuevo Código consagró, aunque con reservas, los principios de igualdad y de libertad proclamados por la Revolución, y estableció la unidad de legislación para todas las regiones del país, siendo imitado y hasta copiado literalmente por numerosos Estados europeos y americanos.
4) La Transformación del Consulado en Imperio.

Bonaparte fue en un principio muy popular, sin embargo, tuvo que luchar contra dos partidos que lo combatían con energía: los realistas, partidarios de los Borbones, y los republicanos salidos de la Revolución.
El primer cónsul aprovechó la emoción producida por dos atentados en contra de su vida para transformar el consulado en imperio. El Senado "acordó confiar el gobierno de la república al emperador Napoleón". Un plebiscito ratificó esta resolución y el papa consagró al emperador en la iglesia de Nuestra Señora de París (1804).

EL IMPERIO (1804-1815)

1) El Absolutismo Imperial.

El despotismo imperial respetó los derechos de igualdad y propiedad; pero suprimió la libertad.
Los hermanos y hermanas de Napoleón formaron la familia imperial, con los títulos de príncipes y princesas; sus principales generales, fueron sus ma¬riscales; todos los ciudadanos civiles que le eran útiles forma¬ron la jerarquía imperial: cancilleres, archicancilleres, architesoreros, ministros, etc. Todos gozaban de pensiones reales, debían asistir a la corte, desempeñar determinadas funciones, vestir trajes lujosos y cumplir con una etiqueta tan complicada como la de los anti-guos reyes. Pero el emperador, personalmente, era muy senci¬llo, por lo que se ha dicho de él que “amaba el poder para mandar, pero no para brillar”. De aquí que el resto de los reyes europeos no mirasen a Napoleón sino como a un advenedizo, como a un “aventurero coronado”.
Napoleón fue un déspota y no respetó la libertad. A su juicio, las únicas conquistas de la Revolución que interesaban a la mayoría de los franceses eran la igualdad y el acceso a la propiedad por la compra de bienes nacionales.

Bonaparte, más que un hombre de la revolución, fue un hombre del siglo XVIII, un déspota ilustrado. Creía que una voluntad fuerte e ilustrada, apoyada por las bayonetas, lo puede todo. Despreciaba y temía a la multitud; no creía en la soberanía del pueblo ni en las discusiones parlamentarias.
Napoleón gobernó Francia como no lo había hecho Luis XIV, el más absolutista de sus reyes. Las libertades individua¬les fueron suprimidas: una numerosa policía, dirigida por un ministro especial, el famoso Fouché, antiguo jacobino y terro¬rista, vigilaba, espiaba o apresaba a todos los ciudadanos sospe¬chosos de no ser adictos al régimen. Numerosas prisiones de Estado fueron restablecidas y utilizadas para guardar en ellas, sin juicio previo, y "hasta la paz", a los opositores o a los sospechosos.
Se suprimió también la libertad de prensa y se estableció la censura para diarios, periódicos y libros. Los impresores no pudieron publicar libros sin haber obtenido antes el "privile¬gio" y autorización imperial.
En materia de impuestos, mantuvo la igual¬dad establecida por la Revolución.
Bajo el Consulado organizó la enseñanza secundaria fundando los liceos, y bajo el Imperio instituyó la Universidad. Los liceos debían formar oficiales y funcionarios para el emperador. En ellos se redujo considerablemente el estudio de la historia y de la filosofía, que contribuyen a formar el espíritu crítico. Profesores y alumnos estaban sometidos a disciplina militar y todas sus actuaciones se hacían al son de los tambores, lo que daba a los establecimientos el aspecto de cuarteles. En ellos debía fomentarse la adhesión al emperador, a sus hazañas y a sus virtudes.
La universidad, creada en 1808, no trataba de formar hombres de ciencia, investigadores capaces de contribuir al progreso humano, sino simples profesionales (médicos, abogados, profesores). Los establecimientos científicos creados o reorganizados por la Revolución, fueron incorporados a la Uni¬versidad.
Su absolutismo lo llevó hasta el terreno religioso. Se sirvió de la Iglesia, como de la Universidad, para apoderarse del espíritu de las nuevas generaciones. El catecismo, después de los deberes para con Dios, enumeraba los deberes para con el emperador (servicio militar, pago de impuesto, etc.), cuyo in¬cumplimiento sería castigado con penas eternas.
Este régimen, en apariencia tan fuerte, no era sólido, pues sólo se basaba en el prestigio personal de un hombre y en la gloria militar que le daban sus victorias.

LAS GUERRAS NAPOLEÓNICAS

La política exterior de Napoleón tenía que conducirlo a la ruina. El Imperio equivalía fatalmente a la guerra; pues como había salido de la victoria sólo podía mantenerse y fortificarse con nuevas victorias. Por otra parte, la desmesurada ambición del emperador lo conducía a querer realizar la vieja ilusión de reconstituir el Imperio Romano de Occidente, amenazando en esta for¬ma a las demás potencias y al Papado. Inglaterra se encarga-ría de organizar y financiar las coaliciones contra el Imperio.

1) Causas de la Guerra.

En principio, las guerras imperiales fueron la continuación de las guerras de la Revolución. Entre sus causas se mencionan las siguientes:

a) La desconfianza de las potencias, en particular de Ingla¬terra y Rusia, celosas de una Francia que se extendía hasta el Rhin.
b) La voluntad de las potencias de privar a Francia de sus adquisiciones y de restaurar en ella la monarquía.
c) La aspiración al Imperio universal halagaba a los franceses así como producía la alarma entre las potencias.
d) La pretensión francesa de hacer de Francia una potencia comercial e industrial recons¬tituyendo el imperio colonial que Francia había perdido en el siglo anterior, reclamando de los ingleses la devolución de los establecimientos de la India, hacer del Mediterráneo un lago francés y apoderarse del Egipto y de Siria.

2) La Batalla de Trafalgar y el Bloqueo Continental.

Iniciada la guerra por los ingleses, Napoleón acarició el proyecto de desembarcar en las islas con la ayuda de España. Pero en la batalla naval de Trafalgar, cerca de Cádiz, la escuadra franco-española de los almirantes Villeneuve y Gravina fue destruida por el inglés Nelson (1805).
A fin de arruinar a Inglaterra, promotora de las sucesivas coaliciones que se formaban en el continente, Napoleón decreta el bloqueo continental como una forma de arruinarla económicamente. De acuerdo con estos designios, por el decreto de Berlín prohibió a todos los países de Europa el comercio con Gran Bretaña. Las mercaderías procedentes de Inglaterra o de sus colonias debían ser confiscadas y destruidas.

Aunque el bloqueo no pudo ser aplicado estrictamente a causa de la gran extensión de las costas, lo que favorecía el contrabando, tuvo consecuencias económicas y políticas de trascendencia.
a) Consecuencias económicas. En la mayor parte de los países sometidos a Napoleón los productos ingleses desaparecie¬ron, lo que hizo necesario reemplazarlos por los productos nacio¬nales. Esto determinó el desarrollo de las industrias tradicionales (paños y sedas) y la creación de industrias nuevas: algodón y azúcar de betarraga, entre otras. Pero, de todos modos, el alza del costo de la vida fue tan grande que el descontento contra la domi-nación francesa subió de punto.
b) Consecuencias políticas. Para que el bloqueo produjese los efectos esperados, era indispensable que toda Europa lo pusiese en práctica. Esto arrastró a Napoleón a una política de guerras y de anexiones perpetuas que hicieron aún más impopu¬lar la dominación francesa. Así fue como anexó los Estados pontificios, conquistó Portugal e invadió España.

3) Resistencias Nacionales y Guerras de Liberación.

El reino de Portugal vivía del comercio inglés y no podía acep¬tar el bloqueo sin arruinarse. Napoleón se entendió con el rey de España, Carlos IV, y su favorito don Manuel Godoy, para hacer pasar sus tropas a través de España y conquistar Portugal (1807). Los franceses se adueñaron de este reino, cuya familia real huyó en busca de asilo a la colonia del Brasil.
Dueño de Portugal y temiendo que España se pasase a sus enemigos, creyó más conveniente reemplazar a los Borbones por un Bonaparte. La ocasión se la proporcionaron las querellas que dividían a la familia real: de una parte el rey y el favorito y de la otra el príncipe heredero Fernando VII.
Una sublevación popular, el Motín de Aranjuez, determinó a Carlos IV a abdicar en favor de Femando; pero por consejo del general francés Murat, protestó luego de que la abdicación había sido forzada y acudió a pedir la protec¬ción del emperador. Por otra parte, Murat indujo a Femando a presentarse ante Napoleón a fin de obtener su reconocimiento.
El padre y el hijo celebraron con Napoleón la famosa Entre¬vista de Bayona (1808), donde después de apostrofarse mutuamente, Femando reconoció como rey a su padre y éste abdicó en seguida en "su amigo el gran Napoleón". Napoleón colocó en el trono de España a su hermano mayor, José Bonaparte. Desde entonces el pueblo español, libró una guerra de guerrillas contra los invasores franceses, recibiendo apoyo de fuerzas inglesas al mando de Wellington.
Durante algún tiempo Rusia cumplió con sus compromisos de aliado y adhirió al bloqueo continental. Pero como la pérdida del comercio con Inglaterra le causaba graves perjuicios económicos, decidió retirarse del sistema coninental. Napoleón quiso imponer su voluntad al zar y organizóun enorme ejército al frente del cual invadió Rusia en 1812. Las trpas rusas se retiraron al interior y evacuaron Moscú donde Napoleón pudo entrar sin tropiezos. A los pocos días un incendio destruyó toda la ciudad, dejando a los franceses sin cuarteles de invierno y sin provisiones. Finalmente Napoleón dio orden de retirada.
El desastre de Napoleón fue la señal para el levantamiento general de los pueblos europeos para recuperar su independencia. Los ejércitos aliados derrotaron a Napoleón en la batalla de las naciones de Leipzig (1813) y el imperio se desintegró.

FIN DEL IMPERIO


1) Caída del Imperio y la Restauración de los Borbones (1814).

Mientras los aliados invadían Francia, Napoleón hizo un supre¬mo esfuerzo. Llamó a las armas a los nuevos conscriptos y con los restos de sus tropas veteranas se dispuso a resistir. En la campaña de Francia reveló nuevamente sus prodigiosas dotes de hombre de guerra y de organizador; pero al fin sucumbió ante el número y ante la defección de algunos de sus mariscales. El país, por lo demás, se hallaba completamente agotado.
El 6 de abril de 1814 abdicó. Los aliados le reconocieron el título de emperador y la soberanía de la isla de Elba, entre Córcega e Italia. El mismo día de la abdicación, el Senado había proclamado rey al conde de Provenza, hermano de Luis XVI, con el nombre de Luis XVIII.

La restauración de los Borbones no fue el resultado de un movimiento nacional, sino el de una intriga combinada por los aliados y el partido realista francés. Luis XVIII estableció un régimen mucho más liberal que el régimen napoleónico: la monarquía constitucional y censitaria con la Constitu¬ción 1814. Conservó casi todas las instituciones creadas por el emperador, tales como la Legión de Honor, el Concordato, los prefectos, etc., así como la organización social salida de la Revolución: igualdad ante los impuestos, libertad de culto, de trabajo y de prensa, reconocimiento de la validez de la venta de bienes nacionales.

Sin embargo, la dinastía legítima no fue popular por los siguientes motivos:
a) Hirió a la población y al ejército al emplear las fórmulas del Antiguo Régimen: Luis XVIII se tituló rey “por la gracia de Dios”, la Carta fue fechada en el decimonono año de su reinado y la bandera francesa volvió a ser la bandera blanca de los antiguos soberanos. Además, la Carta fue "otorgada" al pue¬blo francés, como una gracia que le hacía el soberano.
b) Su restauración no había sido la obra de la opinión sino de la fuerza de las potencias enemigas de Francia. Se dijo que Luis XVIII había vuelto "en los furgones del extranjero". Y, en último término, el tratado de París, firmado entre los aliados y el nuevo gobierno, había humillado a Francia al hacer¬la devolver todas sus conquistas retrotrayéndola a las fronteras que tenía en 1792.

2) Los Cien Días: Waterloo (1815)

Napoleón, conocedor del descontento de la población y del ejército, partió de la isla de Elba con 1.100 hombres y burlando la vigilancia de la escuadra inglesa desembarcó en Francia. Después marchó hacia París, en un viaje triunfal, pues las po¬blaciones le prestaron su adhesión y las tropas enviadas contra él se pusieron a sus órdenes. Luis XVIII, aterrorizado, huyó apresuradamente a refugiarse en Bélgica, confiando en el apoyo extranjero para recuperar su trono.
Napoleón ya no podía volver a restaurar el absolutismo, por lo que trató de atraerse a la burguesía liberal por medio de un régimen constitucional imitado de la Carta de 1814. No pensa¬ba tampoco en continuar la lucha contra la Europa, sino acatar el tratado de París, limitándose a gobernar sobre Francia. Mas los soberanos se negaron a entrar en negociaciones y lo declararon "fuera de la ley", como “enemigo y perturbador del reposo del mundo”.

Unos 220.000 hombres entre ingleses y prusianos, mandados respectivamente por Wellington y Blücher, formaban la van¬guardia de la coalición en Bélgica. El emperador marchó contra ellos con 124 mil veteranos que habían acudido voluntariamen¬te a colocarse bajo sus banderas. Siguiendo su sistema de arro¬jarse entre los ejércitos enemigos antes de que pudiesen juntar¬se, atacó y derrotó a los prusianos y avanzó luego sobre Wellington en Waterloo. Pero éste resistió a pie firme, dando tiempo a Blücher para llegar con sus tropas después de engañar al francés Grouchy, que estaba encargado de perseguirlo, ingle¬ses y prusianos reunidos derrotaron completamente a los franceses. El imperio se derrumbó nuevamente.
Luis XVIIÍ volvió a entrar en París detrás del ejército de los aliados.
Por el segundo tratado de París (1815) Francia quedaba reducida a los límites de 1790, pagaba una fuerte indemniza¬ción de guerra y mantenía en su territorio y por cinco años un ejército de ocupación.
Napoleón fue internado en la isla de Santa Elena, entre África y América, en medio del Atlántico, donde murió en 1821 a los cincuenta y dos años de edad.

LA RESTAURACION EUROPEA

1) El Congreso de Viena (1815)

Tan pronto como se produjo la caída de Napoleón, las potencias aliadas se dieron a la tarea de restablecer en lo posible la situa¬ción existente en Europa antes de la Revolución. Para ello convocaron a un congreso de plenipotenciarios que se reunió en Viena. En este Congreso sólo se tomó en cuenta los intere¬ses de las grandes potencias vencedoras, es decir, Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia, quedando relegados a un segundo plano los Estados más pequeños. Además, los cambios territoriales efectuados por el Congreso sólo satis¬ficieron a los príncipes restaurados; mas no a los pueblos, que no fueron tomados en cuenta.

Sin embargo, los acuerdos de Viena fueron una tentativa para lograr el reposo de Europa. A ellos siguió, en el mismo año de 1815, la formación de la Santa Alianza o unión fraternal entre Austria, Prusia y Rusia para mantener la paz y la "frater¬nidad cristiana'', que sería después totalmente desvirtuada.

2) Consecuencias de la Revolución y del Imperio.

a) Consecuencias políticas. La Revolución y el Imperio difundieron por la Europa continental los grandes principios de libertad, igualdad y soberanía popular.
El liberalismo. En todas partes a donde llegaron los ejércitos franceses fueron abolidos los privilegios y los dere¬chos feudales. Los propios monarcas, a fin de arrastrar a sus pueblos en la lucha contra Napoleón, hubieron de ofrecer a sus súbditos regímenes constitucionales que limitaban la autoridad real.
La democracia. Además de abolir los privilegios, los revolucionarios franceses y luego Napoleón instauraban el prin¬cipio de la igualdad ante la ley. El Código Civil fue puesto en vigor en todos los países ocupados por las armas francesas. Con el tiempo, la igualdad ante la ley o democracia política será la regla general en casi toda la Europa.
El nacionalismo. De la idea de la soberanía del pueblo deriva el principio de las nacionalidades o derecho de los pue¬blos de la misma raza y tradiciones a unirse formando naciones soberanas. En este aspecto, el propio Napoleón contribuyó a preparar la unificación de Alemania y de Italia, pues simplificó el mapa político de estos países al reducir el número, de los pequeños Estados en que se hallaban divididos. A la inversa, la lucha de los pueblos contra el imperialismo francés contribuyó también a desarrollar en ellos el espíritu nacionalista.
Más tarde surgirán en muchos países los partidos naciona¬les que conducirán a la unificación o a la independencia de las naciones.

b) Consecuencias económicas. La Revolución aplicó sus principios liberales a la economía, aboliendo los gremios y corporaciones, así como toda intervención del Estado en materias económicas. Ello favoreció las iniciativas individuales y la libre empresa, aunque dejó sin protección a los trabajadores.
La economía liberal enriqueció a la burguesía y la convirtió en la clase preponderante, desplazando a la antigua nobleza de los privilegiados. La revolución industrial, que se produjo para¬lelamente, no hizo sino aumentar el poderío de la burguesía, dueña de las máquinas y de la nueva industria de fábricas que había reemplazado a los viejos talleres de artesanos.
c) Consecuencias religiosas. Si bien es cierto que la políti¬ca religiosa de la Revolución condujo al más completo fracaso y que la Iglesia católica recuperó su poder espiritual, no lo es menos que su poder social y económico quedó debilitado por la venta de sus bienes, por la secularización del estado civil y por el establecimiento de la educación laica.





lunes, 8 de junio de 2009

La Civilización Romana


En sus comienzos, Roma fue una pequeña ciudad-estado, más tarde, se convertiría en un Estado territorial y posteriormente, en un extenso Imperio. Del Imperio Romano surgirán casi todas las grandes nacionalidades de la Europa moderna, así como combinada con el cristianismo, nacerá nuestra civilización occidental.

Mientras la cultura griega llegaba a su apogeo y después decaía para ser reemplazada por la helenística, se formaba en Italia la potencia romana. Roma, pequeña ciudad del Lacio, va a unificar Italia bajo su autoridad, a abrazar la civilización griega y a crear un nuevo tipo de cultura, la cultura greco-latina, que difundirá luego por todos los contornos del mar Mediterráneo, creando el mejor organizado de los Imperios de la Antigüedad.



CONTEXTO GEOGRÁFICO


Ubicación Geográfica de Roma.

La ciudad de Roma se encuentra ubicada en la península italiana, la cual limita al Norte con el gran arco montañoso de los Alpes y al Sur con el mar Jónico. Por el Oeste limita con los mares Ligúrico y Tirreno, mientras que por el Este con el mar Adriático. Frente a su costa occidental están las islas de Córcega, Cerdeña y Sicilia, visitadas por los navegantes egeos, fenicios y griegos.
La península es recorrida por la cadena de los Apeninos, que está cubierta de volcanes y se prolonga a lo largo de la isla de Sicilia.

LOS ORÍGENES DE ROMA



1) Los Orígenes Legendarios.


El gran poeta Virgilio, basándose en la tradición y la leyenda, cuenta en su poema “La Eneida” (http://es.wikipedia.org/wiki/La_Eneida) que el héroe troyano Eneas (http://es.wikipedia.org/wiki/Eneas), después de la caída de Troya, había llegado al Lacio y se había desposado con Lavinia, hija del rey Latino.





De ellos descendió Rea Silvia (http://es.wikipedia.org/wiki/Rea_Silvia) que tuvo dos hijos gemelos, Rómulo y Remo del dios de la guerra Marte.


Amulio, un hermano de Rea Silvia, anheloso de conquistar el poder para sí y sus hijos, hizo colocar a los gemelos en un canasto en el río Tíber. Mas ellos se salvaron, siendo criados por una loba. Años después los hermanos fundaron una ciudad al pié del monte Palatino en el mismo lugar donde los había encontrado la loba. Rómulo levantó un muro defensivo en torno de la ciudad. Remo saltó por encima del muro para burlarse de su hermano. Rómulo le dio muerte. El área urbana era sagrada y nadie la debía violar. Rómulo le dio su nombre a la ciudad, que según la leyenda fue fundada el año 753 a.C.

2) Los Orígenes Históricos.

En la región del Lacio que se extiende entre el Tíber, los Apeninos, el Mar Tirreno y la Campania, los latinos fundaron varias aldeas independientes, pero las necesidades de la guerra las indujeron a veces a aliarse con otras formando ligas o federaciones. La más antigua liga conocida fue la liga albana, que tuvo por cabeza a la ciudad de Alba. Esta liga ejerció la supremacía durante un tiempo, pero más tarde encontró una rival en la Liga de las siete colinas o Septimontium. Una guerra entre ambas ligas dio por resultado el triunfo del Septimontium (la futura Roma) sobre Alba, pero no tardaría mucho en sobrevenir la dominación etrusca sobre el Lacio.


LA MONARQUÍA ESTRUSCA



En el siglo X llegaron los etruscos quienes acostumbraban formar ciudades-estados gobernadas bajo la forma monárquica, a cargo de un rey o lucomóm, asesorado por un consejo de ancianos o senado y una asamblea de los hombres libres o comicios.

Las ciudades etruscas se agruparon en una confederación cuya capital fue Tarquinia. Esta confederación, se extendió después hacia el norte y el sur de Italia.

Cuando los etruscos conquistaron el Lacio, sometieron a los pueblos latinos y rodearon de murallas las siete aldeas del Tíber, convirtiéndolas así en una verdadera ciudad, que fue Roma.

Los tarquinos, fueron los únicos reyes de Roma que tuvieron existencia histórica comprobada, el primero de los cuales fue Tarquino el Antiguo, que inició la influencia etrusca y fue asesinado por Servio Tulio, que le sucedió en el poder real y construyó las murallas. A su vez, Servio fue asesinado por su yerno Tarquino el Soberbio, hijo del Antiguo. Tarquino el Soberbio fue un tirano que por su crueldad y arbitrariedades exasperó a la clase alta o patriciado, hasta que en el año 509 a.C. arrojaron a los etruscos del Lacio terminando con la monarquía.

LA REPÚBLICA


Expulsados los etruscos, la palabra “rey” se hizo tan odiosa que los romanos nunca más tolerarían un monarca en Roma. De este modo, la nobleza estableció la república, de res=cosa, la “cosa pública” o “Estado libre gobernado por magistrados electos” o “gobierno sin monarca ejercido por el pueblo o sus delegados”.

En sus comienzos, la república romana fue muy semejante a las polis o ciudades-estado de los griegos, tanto por su reducido territorio y su escasa población, como por su forma aristocrática de gobierno. Su carácter aristocrático se debió a que “el pueblo” estuvo formado al principio sólo por la clase alta que eran los únicos que poseían derechos cívicos. Los aristócratas se consideraban los verdaderos representantes del “populus romanus”, pues derivaban su origen de algún antepasado ilustre (pater) y por eso se calificaron orgullosamente de “patricios”. Bajo ellos estaba la plebe que constituía la masa de la población formada por artesanos, comerciantes y campesinos. Los plebeyos poseían libertad personal, pero por no pertenecer al “populus” no poseían derechos políticos. Los patricios se mantenían rigurosamente separados de la plebe pues no existía “connubio” entre los estamentos. Si un plebeyo quería disfrutar de seguridad personal, debía colocarse bajo la protección de un patricio, convirtiéndose éstos en “patrones” de un gran número de “clientes”.

1) Las Instituciones Republicanas.

En sus primeros tiempos, existió en la ciudad de Roma un consejo de ancianos, asambleas de ciudadanos y varios magistrados.

a) El Senado. Los pater familias formaban el senado romano o consejo de ancianos vitalicios (semejante a la gerusía griega), el cual prestaba su aprobación o sancionaba las leyes, fijaba los gastos públicos, declara la guerra y la paz, entre otras atribuciones.
b) Los Comicios Curiados. Eran asambleas formadas por todos los ciudadanos romanos los que divididos en tres tribus se dividían en 10 curias o secciones, haciendo un total de 30 curias, las que votaban por curias y no por cabeza. Estos comicios elegían a los magistrados y votaban las leyes.
c) Los Magistrados. Entre los magistrados se encontraban los dos Cónsules o “colegas” elegidos por un año y quienes normalmente dirigían el ejército y debían hacer ejecutar las leyes. Eran iguales en poder y, en caso de conflicto entre ellos, debían someterse al arbitraje del Senado. Entre los símbolos de su poder destacaban el uso de la silla curul, la toga pretexta, y el cetro de marfil, además de ir precedidos por doce lictores o guardias que llevaban las fasces. En casos de peligro exterior, se establecía la dictadura. El dictador, ejercía durante seis meses facultades extraordinarias, pero no podía ser reelegido y se hallaba controlado por un lugarteniente, el jefe de la caballería.

A medida que Roma fue creciendo se hizo necesario crear otras magistraturas a las cuales se le encomendaron funciones específicas. Los censores, elegidos por cinco años, realizaban cada lustro un censo con el fin de determinar la fortuna de los ciudadanos para distribuirlos en sus respectivas clases y centurias, velando además, sobre las buenas costumbres y la preservación de la tradición.

Los pretores o jueces estaban a cargo de la administración de justicia. Los ediles tenían bajo su dirección a la policía y vigilaban los mercados y los precios. Dos cuestores administraban el tesoro público que se guardaba en el templo de Saturno.

Finalmente, debieron instituirse los tribunos de la plebe, magistrados cuyo número varió de dos a diez y cuya misión consistía en servir de jefes y representantes de la plebe ante el Estado. Duraban un año en funciones y eran elegidos por los plebeyos reunidos en los comicios tributos. Entre sus facultades cabe mencionar, el derecho de veto por el cual podían oponerse o anular las decisiones de los demás magistrados; el derecho de auxilio, para proteger los plebeyos en contra los abusos de las autoridades; y el derecho de aprehensión, que les permitía citar ante ellos o hacer comparecer a cualquier ciudadano, fuese patricio o plebeyo. Además se les declaró inviolables, por lo que cualquier atentado en su contra dejada al autor en condiciones de sufrir la pena de muerte.

2) Primeras Reformas Políticas.

Como a causa de la expansión y las guerras el patriciado necesitó de más soldados y de mayor cantidad de dinero, hubo de incorporar a los plebeyos al ejército e imponerles la obligación de pagar contribuciones. Para esto se dividió a la población (patricia y plebeya) en cinco grandes clases y éstas en centurias:

1ª Clase (grandes fortunas)..98 centurias
2ª Clase (fortunas medias)…20 centurias
3ª Clase (fortunas medias)…20 centurias
4ª Clase (fortunas medias)…20 centurias
5ª Clase (fortunas pequeñas).30centurias

En adelante, la elección de los magistrados se hizo por grandes asambleas o comicios centuriados. Desde ese momento la plebe poseyó el derecho a voto que resultó ser puramente nominal, pues, como se votaba por centurias, siempre se imponía la clase de los más ricos (98 votos contra 90). Como se ve, Existía igualdad de deberes, mas no igualdad de derechos.

3) Exigencias Plebeyas.

La expansión y primeras conquistas dieron origen a diversos problemas que afectaron a la plebe:
a) La cuestión agraria. Los territorios conquistados pasaron a ser ager publicus o tierras fiscales. Los más ricos las arrendaban al fisco y formaban grandes latifundios. Con el tiempo, dejaban de pagar y se consideraban dueños de esas tierras. Los plebeyos van a exigir que las tierras del dominio público sean parceladas entre los campesinos pobres.
b) La cuestión de las deudas. Los plebeyos pedirán un tipo de interés aceptable y el suavizamiento de las penas para los deudores.
c) La cuestión legal. Puesto que no regía mas ley que la costumbre y sólo los patricios podían ser pretores e interpretar y aplicar la ley, la plebe reclamará la dictación de leyes escritas y a su vez, la concesión de igualdad de derechos políticos.

Los patricios se opusieron al principio a satisfacer las demandas plebeyas pero al fin, el Senado cedió y designó un grupo de dictadores, los decenviros (10 varones) cuya misión principal fue redactar y publicar las leyes, que fueron grabadas en tablas de bronce y expuestas en el Foro donde se celebraban los comicios tributos, para que fueran conocidas de todos. Este código fue conocido como la Ley de las XII Tablas y construyen el primer monumento jurídico del derecho romano (451-449 a.C.).

En el año 445 a.C. se abolió la prohibición de los matrimonios entre patricios y plebeyos, lo que concluyó la igualdad civil. Posteriormente, diversas leyes transformaron los comicios tributos en asambleas del estado romano, y sus decisiones o plebiscitos pasaron a tener fuerza de ley y debieron ser cumplidas tanto por plebeyos como por patricios.

Las siguientes etapas de esta evolución fueron la siguientes: primero la plebe adquirió el derecho a ser elegidos cuestores o tesoreros (421 a.C.), cónsules (367 a.C.), ediles o municipales (364 a.C.), dictadores (356 a.C.), censores (351 a.C.), pretores (337 a.C.) y pontífices y augures (300 a.C.). La entrada de los plebeyos al Senado fue una consecuencia de lo anterior, ya que para ser senador se necesitaba haber desempeñado alguna magistratura.

LA EXPANSIÓN


Cuando Roma sacudió la dominación etrusca y se constituyó en una insignificante república semejante a las más pequeñas de Grecia, nada parecía indicar que con el tiempo llegaría a unificar la Italia y en seguida conquistar el Mediterráneo. En esto, no hubo un vasto plan hegemónico, sino conquistas sucesivas impuestas por las circunstancias.

1) Etapas de Expansión.

El crecimiento del Estado romano se realizó en tres etapas continuas a través de los siglos:

a) Conquista y unificación de Italia. Entre los siglos V y III a.C. tras sucesivas guerras contra los etruscos, latinos, galos, samnitas y los griegos de Magna Grecia.
b) Conquista del Mediterráneo Occidental. Entres los siglos III y II a.C. después de las guerras con Cártago, los celtíberos de España, los lusitanos de Portugal y los galos de Galia Meridional.
c) Conquista del Mediterráneo Oriental. Durante los siglos II y I a.C. después de las conflagraciones con Macedonia, Grecia, Siria y Asia Menor hasta la anexión del Egipto (30 a.C.).



2) Política de expansión.

La disciplina y buena organización de la fuerza militar no explican por sí solas el éxito de los romanos en Italia. Hay que considerar, además, la hábil política que siguieron con los pueblos de la península.
a) Dividir para reinar. El Senado trató siempre de evitar que los pueblos se uniesen contra Roma. Para ello fomentó sus rivalidades como un medio de colocarlos a unos y otros bajo su dominación. De aquí la famosa fórmula: “dividir para reinar”.
b) Asimilar a los vencidos. Los romanos cuidaron de no despertar el odio de los vencidos, sino de atraérselos y asimilarlos mediante diversas concesiones que hicieron de ellos aliados, municipios o colonias. Los aliados o federados fueron los pueblos que conservaron el derecho a gobernarse según sus leyes, pero que se reconocieron ligados a Roma por un pacto o alianza por el cual debían aportar tropas si eran ciudades terrestres o barcos, si eran ciudades marítimas.
Los municipios fueron aquellas ciudades a cuyos habitantes se les reconoció el derecho de ciudadanos romanos, derecho que con el tiempo se hizo extensivo a todos los habitantes de la península.
Las colonias eran ciudades fundadas en territorios conquistados y poblados por solados-campesinos de nacionalidad romana.
Así, Roma dejó de ser una polis para convertirse en un Estado territorial.
c) Conceder el derecho de ciudadanía. A medida que aumentan sus conquistas, Roma va a extender progresivamente a las poblaciones dominadas los derechos de sus propios ciudadanos.
d) Construir caminos. La unidad territorial fue afianzada mediante la construcción de una extensa red de caminos que partiendo de Roma alcanzaban hasta los puntos más distantes de su territorio

3) Consecuencias de las Conquistas.

a) Las costumbres griegas y orientales penetran en Roma. Miles de vencidos iban a la gran ciudad en calidad de esclavos, o bien se establecían en ella como médicos, profesores, actores o adivinos. Los romanos, a su vez, vivían en el oriente sumidos entre pueblos de costumbres y de ideas completamente diversas a las suyas, desarrollando el amor al lujo y el afán de riquezas. Estas costumbres hicieron degenerar la vieja cultura basada en la honradez, el patriotismo y el respeto a las tradiciones.
b) La cultura romana se heleniza y se orientaliza. Bajo la influencia griega, los romanos comienzan a aficionarse a la vida intelectual, abandonando su antigua despreocupación por las cosas del espíritu. Los filósofos griegos se instalan en Roma, mientras los jóvenes romanos van a estudiar a Grecia, todo lo cual desarrolló en ellos el escepticismo religioso y la impiedad. A la inversa, los antiguos dioses romanos son identificados con dioses griegos, de tal manera que cada divinidad romana fue considerada a la manera de los dioses de Grecia. Las supersticiones orientales también penetraron en Italia como el culto a Cibeles, la diosa madre de Asia Menor; el culto egipcio de Isis así como el persa Mitra, tuvieron numerosos adeptos; hasta los astrólogos caldeos gozaron en Roma de de un gran prestigio.
c) La influencia griega en el arte. Para los romanos la literatura comienza en el s. III a.C. como una literatura greco-latina. Roma adopta también los órdenes griegos, en particular el corintio y reemplazan sus viejos templos de madera por suntuosas construcciones en mármol y con pisos de mosaicos.
d) Las provincias son consideradas como campos de explotación. La sabia política de tolerancia y de asimilación seguida por los romanos con los pueblos italianos, no fue aplicada a los otros países conquistados. Las provincias eran consideradas dominio del pueblo romano y sometidas a explotación. Sus habitantes no se convertían en ciudadanos romanos, sino que seguían siendo extranjeros o peregrinos aunque súbditos al mismo tiempo del pueblo romano al cual debían pagar tributo. Como los cónsules no podían gobernar las provincias desde Roma los comicios elegían gobernadores o procónsules encargados de gobernarlas en su nombre con poderes casi absolutos.
e) Las guerras detienen la evolución democrática. El estado de guerra casi permanente originó la necesidad de concentrar en lo posible la autoridad gubernativa en el Senado, lo que hizo decaer la influencia de los comicios. Roma podrá en adelante conocer agitaciones democráticas, pero no llegará a ser jamás una democracia y, precisamente, porque, al contrario de Atenas, no será una democracia, podrá seguir siendo un Imperio.
f) Se ahondan las diferencias sociales. La clase media agricultora, tan numerosa en otros tiempos y la única que podía producir el equilibrio social, termina por desaparecer. Miles de soldados campesinos murieron, grandes cantidades emigraron a las ricas provincias de África y el Oriente, y el resto hubo de vender sus tierras a la clase senatorial, por no poder resistir la competencia del trigo proveniente de Sicilia y de Egipto. Los antiguos pequeños propietarios, emigraron a Roma donde pasaron a formar un proletariado ocioso y lleno de vicios. Esta multitud de ciudadanos miserables vivía de la política, vendiendo sus votos a los candidatos a cambio de dinero, de espectáculos de circo o de reparto de víveres.
g) Se forma una clase capitalista o plutocrática. Al convertirse el Mediterráneo en un lago romano (Mare Nostrum), pasó a ser un vasto campo de actividad económica aprovechada por una nueva clase social, el orden ecuestre o clase de los caballeros, cuya riqueza consistió en la posesión de dinero. Esta plutocracia monopolizó la actividad económica en sus diversas formas que se dedicaba de preferencia a la actividad bancaria o a la de publicanos. Este capitalismo romano difiere del capitalismo contemporáneo porque fue improductivo, no creó fábricas ni dio trabajo. Al contrario, al utilizar esclavos en todos los pueblos, arruinó aún más a los hombres libres, quienes pasaron a engrosar la clase proletaria.
h) La aristocracia monopoliza el gobierno y las tierras. La aristocracia que bajo las formas sucesivas de patriciado y de nobleza patricio-plebeya, había hecho la grandeza del Estado romano, termina por adueñarse del gobierno, ya que el Senado se había convertido en el verdadero gobernante de la república. El orden senatorial compró o usurpó sus tierras a la desaparecida clase de los pequeños propietarios y formó con ellas extensos latifundios trabajados por esclavos y dedicados a la ganadería.
i) La republica se muestra ineficiente para gobernar un Estado territorial. Roma había empezado como una pequeña polis, una ciudad-estado a la manera de las de Grecia, con sus magistrados (cónsules, pretores, cuestores, etc.), su consejo de ancianos (el Senado) y su asamblea (los comicios). Pero la conquista, al acrecentar territorialmente a Roma, demostró la insuficiencia de estas instituciones para gobernar un gran Estado territorial.
LA DECADENCIA DE LA REPUBLICA

1) Los intentos de reforma de los hermanos Graco.

La república oligárquica existente en esa época no podía ser duradera porque se basaba en la corrupción política del proletariado y en la exclusión de la clase capitalista o ecuestre. La clase ecuestre no podía aceptar su exclusión del gobierno, y por esto, cada vez que se trataban de realizar reformas políticas, hizo alianzas con el partido popular. En cambio, como clase rica, desconfiaba de las reformas sociales y se unía al orden senatorial en contra de los demócratas.

En 133 a.C. Tiberio Graco se hizo elegir tribuno de la plebe proponiéndose reconstruir la clase media agrícola por medio de una ley agraria por la que las tierras del ager publicus, usurpadas por los nobles, deberían ser devueltas al Estado, el cual indemnizaría a los antiguos ocupantes y las dividiría en lotes que serían distribuidas a los pobres, con prohibición de enajenarlas y debiendo pagar al Estado un impuesto especial. Mas el orden senatorial provocó en Roma grandes disturbios y Tiberio acusado de querer hacerse coronar rey, fue asesinado y la ley agraria no fue aplicada.

Diez años después, Cayo Graco, hermano de Tiberio, es elegido tribuno y reanuda la lucha. Para lograr éxito, se atrajo a la plebe y al orden ecuestre. La primera le siguió gracias a la ley frumentaria, que organizó la distribución de trigo a bajo precio; pero cuyos resultados fueron aumentar la masa de ociosos en la ciudad, comprometer la agricultura y el tesoro público. La clase ecuestre fue conquistada por medio de la ley judicial, en virtud de la cual los caballeros pudieron ser jueces.

Sin embargo, el Senado echó mano de demagogos que propiciaron reformas más avanzadas que las de Cayo, con lo cual hizo perder a éste en popularidad. Finalmente, estallaron luchas callejeras entre ambos bandos en las cuales fue muerto Cayo Graco. Las leyes de los Graco fueron derogadas y la autoridad volvió al Senado, que restauró el régimen de la república aristocrática. Sólo subsistió la ley judicial, de donde resulta que los Graco habían servido, sin quererlo, los intereses de los capitalistas que se aliaron con el Senado.

2) La intervención de los generales: Mario y Sila.

Graves peligros exteriores obligaron a los romanos a suspender por un tiempo sus luchas políticas, a fin de defender la patria amenazada. Desgraciadamente, a partir de ese momento, cada bando echará mano de un general ambicioso y de prestigio para vencer al contrario.

El general plebeyo Mario logra derrotar a Jugurta rey de Numidia que se rebela contra el protectorado romano, luego rechaza la invasión de los cimbros y los teutones de la Germania que invaden Galia, España e Italia. Sus éxitos aseguraron a Mario la adhesión incondicional de los soldados y el apoyo del partido popular, del cual llegó a ser jefe. Contando con ellos, fe elegido seis veces seguidas y luchó contra el Senado para implantar su poder personal o dictadura popular. Pero Mario carecía de condiciones de político y se dejó manejar por audaces demagogos, desprestigiándose ante sus propios partidarios. Luego halló un temible rival en Sila, un joven general que prestó a Roma servicios no menos importantes.

Desde tiempo atrás, los aliados itálicos venían reclamando el derecho de ciudadanía romana; pero como los comicios rechazasen el proyecto de ley que se la concedía, se sublevaron y se constituyeron en un Estado independiente. Para mantener la unidad, se confió el mando a Sila, que transó concediendo la ciudadanía romana a las ciudades no sublevadas (90 a.C.) y más tarde a todos los habitantes de Italia (89 a.C.).

El prestigio militar pasó entonces de Mario a Sila; pero éste era enemigo del pueblo y partidario del Senado y la aristocracia. A esto siguió la guerra civil. Como el senado confiase a Sila la misión de ir a someter a Mitriades, rey del Ponto, los comicios desconocieron el nombramiento y designaron a Mario. Generada esta situación, Sila atacó a Mario y lo derrotó en las calles de Roma, huyendo al África y la autoridad del Senado quedó restaurada.

Luego de someter al Ponto, Sila se trasladó a Italia donde el partido popular había recuperado el poder aprovechándose de su ausencia. Mario, sediento de venganza, al volver a Roma había instaurado una dictadura popular que cometió horrorosas matanzas entre los miembros del orden senatorial y se entregó a toda clase de excesos muriendo el año 86 a.C.

Sila desembarcó en Italia y derrotó al partido democrático, pacificando de manera más violenta que la revolución popular y conocida como las proscripciones de Sila.

Sila gobernando como dictador designado por el Senado, devolvió al Senado su antiguo poder y suprimió la ley judicial, con lo que dio un golpe a la clase ecuestre. Estableció también que ninguna ley podría ser sometida al pueblo sin haber sido antes aprobada por el Senado.

Después de la abdicación de Sila (79 a.C.), su yerno y amigo Pompeyo intentó establecer el gobierno personal. Declarándose amigo del pueblo, se hizo elegir cónsul el año 70 a.C., en unión con un general llamado Craso, enriquecido con la compra de los bienes de los proscriptos. Pompeyo y Carso abolieron la constitución aristocrática de Sila; pero terminado su período, ambos quedaron sin poder continuar su obra y buscaron y obtuvieron mandos militares.

3) El Primer Triunvirato: César Pompeyo y Craso.

Estando Pompeyo ausente de Italia, Julio César, Catalina y Craso se habían encargado de luchar contra el Senado. Después de derrotar a los piratas del Mediterráneo y realizar una triunfal campaña en Asia menor, Pompeyo victorioso cometió el error de licenciar a sus tropas. Viéndolo sin fuerzas el Senado le negó los honores del triunfo, con lo cual lo arrojó en brazos de César. César, Pompeyo y Craso se pusieron entonces de acuerdo y concertaron un pacto secreto de alianza contra la oligarquía senatorial conocido como el primer triunvirato (60 a.C.). En el hecho significaba la coalición de la clase popular, que seguía a Cesar, con la clase capitalista, encabezada ahora por Pompeyo y Craso.

César que necesitaba soldados y dinero para imponer su voluntad al Senado y a los otros triunviros, se hizo elegir cónsul por los comicios populares y en seguida obtuvo el mando de las legiones que combatían en Galia transalpina. César salvó a la Galia de caer en poder de los germanos de Germania y redujo a la obediencia a los galos.

Entretanto, Craso moría en una batalla contra los partos y Pompeyo, que recelaba de las ambiciones de Cesar buscaba la amistad del orden senatorial. El Senado que temía también a César y necesitaba de la espada de un general prestigioso que restableciese el orden en Italia, no tuvo más que confiar a Pompeyo la dictadura. En seguida se conminó a César para que renunciara el mando de la Galia y volviera sin sus legiones a la península. César desobedeciendo la orden del gobierno, marchó a Italia al frente de sus legiones y pasó el río Rubicón, que servía de límite a su provincia y que según la constitución romana no se podía atravesar en armas. “¡La suerte está echada”! (alea jacta est), exclamó (49 a.C.).

Pompeyó huyó con el Senado a Grecia. César quedó dueño de Italia y marchó a España, donde permanecían las mejores legiones de su rival. Fue por esto que dijo antes de partir: “Voy a combatir a un ejército sin general y luego atacaré a un general sin ejército”.

En la batalla de Farsalia (Grecia, 48 a.C.), el ejército pompeyano fue completamente derrotado. César quedó como único dueño del mundo romano. Pompeyo buscó refugio en Egipto, donde fue asesinado por los ministros de Ptolomeo XIV.

4) La Dictadura Militar y Democrática de César.

El triunfo de César doblegó la voluntad del Senado, que hubo de designarlo dictador vitalicio, los comicios lo eligieron cónsul único, tribuno de la plebe y sumo pontífice, títulos a los que agregó el título de imperator o general victorioso. En virtud de todos estos poderes, César nombra los magistrados (pretores, cuestores, etc.), elige a los senadores, reorganiza el gobierno de las provincias, estableciendo la responsabilidad de los gobernadores ante el Estado y pone término a los abusos que cometían los publicanos en la percepción de los impuestos. Las instituciones republicanas subsisten, pero reducidas a una anulación completa, tanto el Senado, los comicios y las magistraturas. Por esto el gobierno de César fue una verdadera monarquía ejercida por un dictador militar y democrático, el que se ha llamado cesarismo. A este gobierno no le faltaba más para equipararse a las monarquías helenísticas que la herencia y el título real.

Durante su gobierno, César realizó una formidable obra: destruyó el régimen caduco de la república por el imperio, reformó la percepción de los impuestos entregando su cobro a funcionarios responsables, puso término a la anarquía que existía en el cómputo del tiempo al suprimir el año lunar por el solar (calendario juliano), fomentó la cultura fundando bibliotecas, agrandó los dominios de Roma con al conquista de Galia.

Sin embargo, so pretexto de defender la república y la libertad algunos pompeyanos como Bruto y Casio unidos a cesarianos descontentos y a republicanos sinceros, lo asesinaron el 15 de marzo del año 44 a.C.

4) El Segundo Triunvirato: Marco Antonio, Octavio y Lépido.

Consumado el crimen, los asesinos, que en su mayoría pertenecían al Senado, pretendieron llamar al pueblo a la libertad y restablecer la república oligárquica, pero el pueblo que amaba a César, reaccionó, situación que aprovecharon los amigos de césar: el cónsul Marco Antonio, el joven Octavio, hijo adoptivo y sobrino de César, y Lépido, jefe de la caballería, quienes acordaron formar el segundo triunvirato.

Tras la batalla de Filipos en macedonia, los republicanos fueron completamente derrotados (42 a.C.) y dueños del mundo, los triunviros se lo repartieron: Oriente para Marco Antonio, Occidente para Octavio y África para Lépido.

Marco Antonio se estableció en Alejandría seducido por la belleza y cultura de la reina Cleopatra de Egipto. Lépido fue pronto separado el gobierno y de sete modo Marco Antonio y Octavio no tardaron en rivalizar. Tras la batalla naval de Accio (31 a.C.) Marco Antonio se suicidó y Cleopatra tras caer prisionera hizo lo mismo. Egipto fue anexado, pero a diferencia de las otras provincias, dependió directamente de Octavio, de manera que por el trigo de Egipto, Roma debió someterse.
EL IMPERIO

1) El Gobierno de Octavio Augusto.

A partir de Augusto, se consolida el Imperio Romano, que asimila la cultura helénica, unifica el mundo mediterráneo y le da unidad lingüística y jurídica. Con el Imperio romano se va a llevar a la realidad la aspiración de unir a todos los pueblos en una unidad política y cultural. La unificación del mundo antiguo realizada por Alejandro resultó efímera, sólo el Imperio Romano fue capaz de solucionar el problema, agrupando en su seno a todo el mundo occidental civilizado, en un vasto Estado imperial que duró casi quinientos años (siglos I a V d. de C.).

Augusto ejerce la suma del poder manteniendo las apariencias republicanas y triunfando definitivamente el gobierno personal. Octavio pasó a ser el jefe del Estado en virtud de ser jefe del ejército y poseer la fuerza, y porque se le otorgó legalmente la suma del poder. Pero él se contentó con los títulos de príncipe ("el primero" entre los ciudadanos), augusto o "sublime" que le había otorgado el Senado, y el de imperator o general victorioso, que le dieron sus soldados. Tal fue, pues, la concepción del principado. Los comicios siguieron funcionando, pero las elecciones de magistrados fueron sólo un simulacro, porque el príncipe podía recomendar candidatos. El Senado gobernaba por medio de procónsules las provincias pacificadas (provincias senatoriales), y el príncipe administraba por medio de delegados las provincias fronterizas (provincias imperiales) donde estaban los ejércitos. Comicios y Senado eran presididos por el príncipe.

Augusto estabilizó las fronteras del este y del norte en los ríos Rhin y Danubio, que fueron defendidos por fortificaciones permanentes que formaron el limes romano.

Por otro lado, la despoblación y la inmoralidad habían llegado a tales extremos a fines de la república, que Augusto se propuso remediar estos males. Por medio de la ley sobre matrimonios, se obligó a los solteros a casarse y a los viudos a contraer nuevas nupcias, así como también se establecieron disposiciones contra los matrimonios sin hijos. Por medio de otra ley, se determinaron penas contra la inmoralidad. Para aumentar la población, fundó colonias de veteranos, a los cuales se les concedió parcelas en Italia, país donde el gran latifundio había traído la despoblación.

Como pontífice máximo o jefe oficial de la religión romana, Augusto emprendió la tarea de restaurar los antiguos ritos y fiestas religiosas. Al lado de estos, se fue desarrollando el culto imperial. Como César había sido divinizado en vida, Augusto era hijo de un dios (divi fílius) y se le levantaron templos, pero él exigió que en ellos fuese venerada Roma al mismo tiempo que él.

2) Los Sucesores de Augusto.

Augusto no tuvo hijos varones. Como mantuvo la ficción de que seguía existiendo la república y de que él era príncipe por delegación del Senado, no podía transmitir su poder por herencia ni por designación de un sucesor. Por esto, arbitró el procedimiento de adoptar como hijo a su amigo Tiberio y proponerlo como candidato a los futuros sufragios del Senado. Al mismo tiempo, lo asoció a su gobierno, con lo cual fue preparando el ánimo de la opinión. A su muerte, el Senado eligió a Tiberio y así nació la costumbre de nombrar emperadores por el sistema de adopción.

Bajo los sucesores de Tiberio, el principado fue evolucionando hacia una nueva forma que los historiadores modernos han llamado Dominado y que consiste en que cada vez va siendo menor la influencia del Senado y mayor la de los emperadores, apoyados en el ejército y en la burocracia.

Tiberio suprimió los comicios populares que habían llegado a ser completamente inútiles (14 a 37). Bajo su gobierno fue crucificado Jesús en Judea. A Tiberio le sucedieron Calígula (37-41), que hizo nombrar cónsul a su caballo y adorarlo como dios; Claudio (41-54), que a pesar de su fama de imbécil, supo elegir buenos ministros; y Nerón (54-68), que fue poeta, cantor y cochero y sólo apreciaba los aplausos que se le otorgaban en el teatro y en el circo, siendo verdugo de los cristianos, a quienes acusó del incendio de Roma (64). Muerto Nerón, los pretorianos y el Senado, generalmente aquéllos antes que éste, proclamaron tres emperadores de escasa importancia, Galba, Otón y Vitelio, a los cuales sucedió la familia de los Flavios. Su fundador, Vespasiano (69-79), viendo a la vieja aristocracia diezmada y arruinada por las persecuciones de Nerón, creó una nueva aristocracia inscribiendo entre Ios senadores a hombres meritorios de Italia y de las provincias. Le sucedió su hijo Tito (79-81), que anteriormente había tomado a Jerusalén y dispersado a los judíos sublevados contra Roma. Desde ese momento, el pueblo judío comen¬zó a vivir disperso por el mundo. A Tito le sucedió Domiciano (81-96), que dejó fama de ser un déspota cruel. Domiciano murió asesinado y le sucedió por elección un jurista ilustre llamado Nerva (96-98), escrupuloso fiscalizador y gran constructor de monumentos. A éste le siguió Trajano (98-117), nacido en España quien adoptó a Adriano (117-138), excelente administrador, quien por adopción designó sucesor a su vez, a Antonino el Piadoso (138-161), que dictó leyes más humanas, inspiradas en la filosofía, sobre todo, en favor de los esclavos. Luego Marco Aurelio (161-180), el emperador filósofo, educado en las doctrinas humanitarias de los estoicos se propuso consagrar su vida a la práctica del bien, la verdad y la justicia.

LA CULTURA GRECO-LATINA

1) La Literatura.

En esta época produjo el Imperio una pléyade de notables escritores. Petronio, cortesano de Nerón, es el autor del Satiricón, novela de costumbres en que retrata las de los advenedizos y del pueblo romano. Fedro fue un liberto que vivió bajo el reinado de Tiberio e imitando a Esopo, escribió las Fábulas. Lucano fue un poeta latino que escribió la Farsalia. Quintiliano es el autor de la Institución Oratoria, obra que trata de la educación del orador. Tácito es uno de los grandes historiadores romanos que escribió la Germania, obra en que opone a las costumbres corruptas de Roma imperial la energía de los pueblos germánicos que la amenazaban. Plinio el Joven que ha dejado unas famosas Cartas y el Panegírico de Trajano. Juvenal autor de las Sátiras, en las cuales ha exagerado la corrupción de la época, llevado de su espíritu amargado. Suetonio, historiador que escribió los Doce Césares, colección de anécdotas que versan sobre los primeros emperadores. Plutarco nació en Grecia y escribió Vidas Paralelas, biografías de los más notables griegos y romanos.

2) El Arte Romano.

El arte romano alcanzó su apogeo entre los siglos I y III d. de C. Se extendió por toda Italia y además por la Galia, Inglaterra, España, Alemania, África del norte y, finalmente, Siria.

Al contrario del arte helenístico, que fue refinado, el arte romano es esencialmente práctico; se preocupa poco de la concordancia entre la estructura y la forma, pero busca, en cambio, la utilidad y la duración.

a) Arquitectura. Los romanos, para cubrir grandes espacios y dejar el suelo libre, usaron el arco, la bóveda y la cúpula. El más famoso arquitecto romano fue Vitruvio, autor de un tratado titulado De Arquitectura, dedicado a Augusto y que tuvo una gran autoridad durante el Renacimiento.

Los edificios llaman la atención por la rapidez con que fueron construidos y por su solidez, que les ha permitido resistir el paso de los siglos. Generalmente, eran realizados por los ejércitos, tropas disciplinadas y acostumbradas a los trabajos públicos. Sus dimensiones suelen ser colosales, característica que no se encuentra en el arte griego.
b) Construcción. La arquitectura romana se inspiró en el modelo griego: corridas de columnas que soportan un techo. A este modelo agregaron los romanos el arco, innovación de gran importancia y muy explotada más tarde por los artistas del Renacimiento. Su preocupación por economizar, los llevó a construir los muros con una mezcla de cal, arenas volcánicas y restos de piedras, entre paredes de ladrillo o de piedras talladas. Estos ladrillos son triangulares y la punta opuesta a la cara exterior queda embutida en el muro y le da así mayor solidez. La escultura tuvo escasa importancia, comparada con la de los griegos.
c) Los órdenes romanos. El arte romano tomó del griego los tres órdenes: dórico, jónico y corintio, pero los modificó en tal forma que las construcciones romanas dan una impresión de poder y de solidez. De los tres órdenes, es el orden corintio el que más utilizaron los romanos.
d) Los edificios públicos romanos. Las ciudades romanas poseían una gran plaza pública rodeada de pórticos y edificios, el Foro, algo así como el ágora de los griegos. Las basílicas eran edificios que servían a la vez de bolsas de comercio y de palacios de justicia, de forma rectangular, rodeados de tres o cuatro filas de columnas y terminados por un hemiciclo para los jueces. Su plano sirvió de modelo para la construcción de las iglesias cristianas. Las termas o baños públicos comprendían salas temperadas, salas de lectura, piscinas y palestras. Los templos, los teatros y los circos romanos se diferencian poco de los griegos. Los arcos de triunfo se construían en honor de los emperadores o de los genérales victoriosos.

3) La ciencia aplicada de los romanos.

En ciencia pura y en filosofía los romanos manifestaron una gran inferioridad con relación a los griegos. En cambio, dieron más impulso a las ciencias aplicadas, lo que los condujo al perfeccionamiento de la agricultura, la ingeniería, la navegación, el arte de la guerra y la construcción de obras públicas. El afán de los romanos por adquirir con facilidad los tesoros de la ciencia griega, llevó a varios de ellos a publicar una especie de enciclopedias en que se trataba de resumir todo el saber antiguo. Los principales escritores de este género fueron, los siguientes:

a) Varrón (siglo I a. de C.), en su obra “De re Rustica”, resumió los conocimientos agrícolas de su época.
b) Celso, que vivió en tiempos de Augusto y de Tiberio, fue llamado el "Hipócrates latino" a causa de haber publicado el libro “De re Medica”, donde examina con rara competencia todas las partes de la medicina.
c) Galeno de Pérgamo (siglo II. d. de C.) fue el médico más renombrado del mundo antiguo después de Hipócrates y su influencia se hizo sentir en la medicina por espacio de quince siglos. Experimentó sobre anímales vivos, lo que le permitió examinar la acción del corazón y de la columna vertebral. Desgraciadamente, el peso de su autoridad imposibilitó el desarrollo de la fisiología, hasta que Servet y Harvey descubrieron la circulación de la sangre.
d) Séneca (siglo I d. de C.), en sus Naturalis Cuestiones, se ocupa de meteorología y de geografía física, estudiando el rayo, el trueno, las nubes, los vientos, los temblores. etc.
e) Estrabón, de origen griego, en tiempo de Tiberio dejó una preciosa Geografía en que describe sistemáticamente los tres continentes conocidos (Europa, Asia y Libia) dando importancia a la geografía política y económica, lo que la hizo de gran utilidad para los comerciantes al contener valiosos informes sobre el estado del mundo en la época de Augusto.
f) Claudio Ptolomeo (siglo II d. de C.), geógrafo y astrónomo griego de Alejandría, es el autor de una vasta enciclopedia astronómica basada en los trabajos de Hiparco y conocida bajo el nombre árabe de Almagesto. En ella no hace sino repetir la antigua teoría geocéntrica, que sería aceptada hasta los tiempos de Copérnico.
g) Plinio el Antiguo (siglo I d. de C.), en su Naturalis Historia (77), estudia la astronomía, la meteorología, la geografía, la zoología, la botánica, la farmacología vegetal, etc., con una profunda erudición y muy escaso espíritu crítico.

4) El Derecho Romano.

Los romanos, al contrario de los griegos, demostraron mayor interés por la autoridad que por la libertad y la democracia. De aquí, que el más importante legado romano a la civilización de Occidente sea el derecho. El derecho escrito comenzó en Roma en tiempos de la república, cuando se dictó la Ley de las XII Tablas, que no hizo sino poner por escrito las viejas y severas costumbres de los antepasados (451-449).

Los encargados de aplicar las leyes fueron los jueces o pretores, que al entrar en ejercicio indicaban previamente las reglas a que se iban a ajustar en la administración de la justicia (Edicto del Pretor). Generalmente cada pretor conservaba o perfeccionaba el edicto de su antecesor y gracias a ello el derecho realizó nuevos progresos. Finalmente, los edictos fueron codificados y se les dio también fuerza de ley, viniendo a completar y a explicar las leyes y los plebiscitos.

Además de las leyes, los plebiscitos y los edictos de los pretores, fueron también fuentes de derecho los senadoconsultos o acuerdos del Senado.

Más tarde, bajo el Imperio, se dio fuerza de ley a las opiniones de los jurisconsultos u hombres sabios en derecho. Las nuevas reglas que éstos formularon, formaron el conjunto de opiniones llamado Jurisprudencia. Los más grandes jurisconsultos, florecieron en la época imperial y fueron: Papiniano, Ulpiano, Paulo, Modestino y Gayo.

Finalmente, los edictos de los emperadores también contribuyeron a formar el derecho (Constituciones).

Bajo la influencia de los jurisconsultos, de la filosofía estoica y del cristianismo, el Derecho Romano se fue suavizando y adoptando principios más humanos. Así, los jurisconsultos llegaron a reconocer que "los hombres nacen libres por derecho natural" y que los esclavos pueden, en consecuencia, pedir justicia. Las excelencias de este nuevo derecho romano le hicieron acreedor al nombre de "razón escrita". Aún en nuestra época el derecho romano y sus principios de solución, conserva una enorme importancia, sirviendo de fundamento al derecho moderno y a los estudios jurídicos en las universidades.

ROMA Y EL CRSITIANISMO

1) El Paganismo Bajo el Imperio.


En tiempos del Imperio, el paganismo romano se había convertido en un sincretismo o mezcla de cultos y doctrinas de los más variados orígenes.

a) Cultos tradicionales. Como en Roma la religión oficial era el paganismo, su jefe supremo tuvo que ser el emperador, con el título de pontífice máximo. El debía velar por el mantenimiento de los templos y el ejercicio de los ritos que aseguraban el poder del Estado. El sacerdocio no formaba una casta especial, pues cada romano distinguido podía tener acceso a las funciones sacerdotales.
b) Culto imperial. Bajo la influencia de los pueblos vencidos, que consideraban a sus reyes como dioses, nació en Roma el culto imperial, que sirvió para fortalecer la lealtad de las poblaciones sometidas. Así, al emperador romano se le rendía culto en vida en las provincias.
c) Cultos orientales. Los cultos orientales penetraron en Roma desde fines de la república y llegaron a contar con gran cantidad de fieles en la época imperial.

2) El cristianismo.

De las numerosas religiones existentes dentro del Imperio, fue el judaísmo la que manifestó mayor fuerza: de ella saldría el cristianismo. El pequeño Estado teocrático creado por los judíos en Palestina después de su regreso del cautiverio de Babilonia, había terminado por entrar a formar parte de la clientela del imperialismo romano en la época de Augusto, bajo el gobierno de un rey llamado Herodes. Muerto éste, Judea fue anexada al Imperio en el año 6 de nuestra era y gobernada por procuradores romanos. Pero el pueblo judío no se conformó con la pérdida de su independencia política y estuvo constantemente sublevándose contra el poder imperial.

Finalmente, apareció en la Palestina Juan el Bautista, anunciando la próxima venida del Mesías. Y el Mesías vino, en efecto, y fue Jesucristo. Conocemos la vida y los hechos de Jesús de Nazaret por los Evangelios que escribieron cuatro de sus Principales discípulos: Mateo, Marcos, Juan y Lucas. Nació bajo el reinado de Augusto en el pueblo palestino de Belén. La predicación de Cristo originó grandes trastornos entre los judíos, dada la idea que se habían formado del Mesías anunciado por los profetas. El decía que su reino no estaba en la Tierra sino en el Cielo, y que era preciso reconocer la autoridad del César romano en el orden terrenal y la de Dios en el orden espiritual, lo que no podía menos que chocar con aquellos que querían sacudir la dominación romana por la violencia.

Su doctrina fue una doctrina de amor a Dios y a todos los hombres, basada en el gran principio de la fraternidad universal. Jesús puso como fundamento de toda su doctrina la afirmación de su propia divinidad, probándola con las profecías y con los milagros, especialmente con su propia resurrección.

Los que siguieron a Jesús fueron en un principio una escasa minoría y no pudieron defenderlo de sus enemigos, quienes lo condujeron ante el procurador romano Poncio Pilatos, representante de la autoridad imperial. Cristo fue juzgado y condenado a morir en la cruz cuando sólo tenía 33 años de edad. Todo esto ocurría bajo el gobierno de Tiberio.

El paganismo romano era tolerante y acogía todas las religiones extranjeras. Había llegado hasta eximir a los judíos de adorar a los dioses romanos. Sin embargo, los cristianos fueron perseguidos, debido a que no creían en los dioses paganos ni en la divinidad del emperador, esto es, en la religión del Estado romano. Viéndose perseguidos, los discípulos de Jesús pasaron a Antioquía, donde fundaron la primera iglesia y luego muchas otras en las innumerables colonias que los judíos habían establecido en todas las ciudades del Imperio.

3) El Cristianismo en el Bajo Imperio.

Bajo los soberanos que gobernaron al Estado romano desde fines del siglo III, se prosiguió la evolución constitucional de Roma en el sentido de hacer cada vez más fuerte el poder personal. Las causas de este cambio fueron las siguientes:

a) La larga rivalidad entre el ejército, formado en gran parte por campesinos, y el Senado, constituido por los grandes propietarios de la tierra. Esta rivalidad terminó con el triunfo del ejército.
b) La necesidad de organizar un fuerte poder militar que fuese capaz de defender las fronteras contra los bárbaros del Rhín y del Danubio y contra el poderoso Imperio de los persas, que amenazaban la integridad territorial de Roma.
c) El ejemplo del Estado persa bajo la dinastía Sasánida que lo gobernaba: el rey era allí un monarca todopoderoso que imponía su voluntad absoluta desde el fondo de su palacio, donde vivía vestido de trajes magníficos, rodeado de la más escrupulosa etiqueta y alejado de los demás mortales.

Las constantes amenazas de invasión por parte de los bárbaros que vivían más allá de las fronteras, la intervención del ejército en la designación del emperador y la falta de reglas de sucesión al trono, determinaron al emperador Diocleciano (284-305) dar al Imperio una nueva organización. Tal fue la tetrarquía o gobierno de cuatro emperadores. El Imperio fue dividido en cuatro partes: Oriente y Egipto, capital Nicomedia; África e Italia, capital Milán; Galia, Britania y España, capital Tréveris, y los Balcanes, capital Sirmio.

Dos de los soberanos, con el título de augustos adoptaron a los otros dos, los césares. Cada una de los cuatro gobernó una parte del Imperio. Si moría un augusto lo reemplazaba un césar y a éste se le designaba su sucesor. Estas disposiciones, unidas al reforzamiento del ejército, restauraron el poderío del Imperio y pusieron coto al desorden y al peligro de los bárbaros.

Después de Diocleciano, el sistema hizo crisis a causa de que el sentimiento dinástico estaba ya muy desarrollado. Una larga guerra civil terminó con el triunfo de Constantino (324-337), que era hijo de uno de los cesares y de Santa Helena, quedando como único emperador.

Antes de la batalla del Puente Milvio, que fue su principal triunfo, un sueño le reveló un signo mágico compuesto de las primeras letras del nombre de Cristo, y una voz le habría dicho: “por este signo vencerás”. Constantino hizo colocar este emblema en los escudos de sus soldados y adoptó el lábaro o estandarte en forma de cruz con el monograma de Cristo (312). AI año siguiente, el emperador dictaba el Edicto de Milán, por el cual establecía la libertad de cultos, medida que iba a permitir al cristianismo difundirse libremente por el Imperio. Finalmente, el emperador abrazó el cristianismo haciéndose bautizar poco antes de su muerte (330).

En esta época, la Iglesia cristiana comenzó a verse convulsionada por las disputas teológicas referentes a la Santísima Trinidad. Constantino convocó entonces un concilio o asamblea de obispos venidos de todas las provincias, el cual se reunió en la ciudad de Nicea, en Asia Menor, en el año 325. En dicho concilio, que fue el primero de carácter universal o ecuménico y que definió la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas pero un solo Dios.

El último de los grandes emperadores romanos fue Teodosio (379-395). En 392 declaró al cristianismo, religión oficial del Imperio y prohibió la práctica del paganismo. Realizó la división definitiva del Imperio, legando a su hijo Honorio el Imperio de Occidente, capital Roma, y a su otro hijo, Arcadio, el Imperio de Oriente, capital Constantinopla (395). El de Occidente será destruido en 476 por los germanos y de él saldrán las nacionalidades modernas de la Europa occidental. El de Oriente vivirá mil años más y será destruido en 1453 por los turcos otomanos.

4) La Importancia de la Civilización Romana.

A la sombra de la unidad que el Imperio dio a los pueblos y a pesar de los trastornos dinásticos, se fue desenvolviendo una obra de fusión y de civilización que hizo de Roma la madre cultural de las actuales naciones europeas y en particular de las de la parte occidental de Europa. Al reunir bajo un mismo régimen a tantos pueblos diferentes, Roma les dio importantes elementos culturales:

a) La comunidad de civilización. En, la mayor parte de los aspectos de la vida y de la cultura actual, puede encontrarse la huella de la influencia cultural greco-latina.
b) La comunidad de lengua: el latín, dialecto de un pequeño distrito del Lacio, llega a ser el idioma corriente del Imperio. Posteriormente da origen a las modernas lenguas neolatinas, romances o románicas, habladas hoy por la mitad de las naciones del mundo occidental: Italiano, castellano, portugués, francés, rumano, etc. Además de ser instrumento de la literatura latina, el latín se convierte en la lengua de la Iglesia, al mismo tiempo que la fuente de donde los hombres de ciencia modernos obtienen la nomenclatura botánica, zoológica y médica.
c) La unidad legislativa. El Derecho Romano, que regía en todo el Imperio, codificado a principios de la Edad Media por Justiniano, servirá a fines de esa época como punto de apoyo de los reyes en su lucha con el feudalismo y hasta hoy, constituye la base de los códigos modernos.
d) La paz romana. Esa paz duradera, la dio Roma a los pueblos por espacio de casi quinientos años. Por esto la idea de Imperio se ha mantenido latente hasta la actualidad.
e) La unidad religiosa. La Iglesia Católica, tan "católica" o universal como el Imperio, dio a los pueblos imperiales la comunidad de creencias y la unidad espiritual. Al mismo tiempo, copió su estructura de la estructura del Imperio: diócesis, provincias, sumo pontífice o pontífice máximo, etc.

5) Las Causas de la Decadencia de Roma.

Al mismo tiempo que el Imperio proporcionaba beneficios al mundo mediterráneo, se incubaban en su seno diversos gérmenes de decadencia. Esta decadencia no fue súbita ni dramática, pues se desarrolló en el espacio de unos dos siglos (III y IV).

a) La burocracia. La necesidad de administrar extensos y a veces lejanos territorios, obligó al absolutismo imperial a crear una administración pública cada vez más complicada. Esta frondosa burocracia llegó a constituir para el Estado una carga enorme por los gastos que originaba y los privilegios que se hacía conceder.
b) El ejército. Las exigencias siempre mayores de la defensa del Imperio, hicieron del ejército una carga tanto más gravosa que la que imponía el mantenimiento de la burocracia. Además, al hacerse las guerras más lejanas fue necesario reemplazar a los soldados-ciudadanos de otros tiempos, por voluntarios pagados. Y como este sistema no bastaba para mantener las dotaciones de las legiones, se optó por enrolar a los bárbaros en calidad de federados o aliados de Roma, lo que terminaría constituyendo un serio peligro para el Imperio.
c) El estatismo. Cuando se produjo la gran crisis del siglo III, el Estado intervino en los asuntos económicos. En esa época, la burocracia y el ejército eran mantenidos al precio de impuestos aplastadores, que debían ser pagados por los agricultores, los comerciantes, los obreros, etc. Al mismo tiempo, la moneda se deprecia y se hace inestable, lo que obliga al Estado a reemplazar el pago de los impuestos en metálico por el pago en especies o en servicios. Igualmente los sueldos debieron ser cancelados parte en dinero y parte en especies. Pero como tales impuestos eran excesivamente subidos, todo el mundo trató de sustraerse a ellos y su cobro se hizo casi imposible, lo que obligó a aquel Estado omnipotente a intervenir estableciendo un sistema de sujeción universal e inexorable, que encerró como en una armadura de hierro a todas las clases sociales. Clases, oficios y profesiones fueron cerradas y hereditarias. Diocleciano dictó el famoso edicto del máximo, que pretendía fijar precios, salarios y sueldos, castigando las contravenciones con la pena de muerte, lo que no impidió que sufriese el más completo fracaso. Tales procedimientos coercitivos no tuvieron otro resultado que disminuir la producción, limitar la, natalidad, originar el despueble y abandono de las tierras y sustraer al servicio militar a todos aquellos que estaban adscritos a sus oficios o funciones. Hubo que entregar las tierras baldías a los bárbaros, en calidad de colonos-soldados, mientras los, romanos pobres engrosaban la masa de mendigos y proletarios de las grandes ciudades.
d) Finalmente, decaen los frenos morales, que son el sostén de toda sociedad. El paganismo perdía todo su prestigio y la religión nueva, el cristianismo, aún no se afianzaba del todo. Cuando, a partir de Constantino, el cristianismo conquistó el poder, empezó a verse destrozado por las discusiones teológicas. Esto le impidió comunicar nuevas fuerzas al Estado.