Presentación

He creado esta página con la intención de mantener un contacto más directo con mis alumnos de la carrera de Bibliotecología y Periodismo de la Universidad de Playa Ancha, a través de la cual incorporaré permanentemente textos de estudio, guías de reforzamiento, mapas conceptuales, mapas dinámicos, informaciones y otros recursos didácticos destinados a facilitarles el aprendizaje de los contenidos programáticos.

domingo, 19 de junio de 2016

NOTA DEL EMBAJADOR CHILENO EN LA PAZ ABRAHAM KONIG AL MINISTRO DE RREE DE BOLIVIA ELIODORO VILLAZÓN 1900

Legación de Chile.
La Paz, Agosto 13 de 1900.
Señor Ministro:
Por V.E. he sabido la determinación del Gobierno de Bolivia de dejar al Congreso Nacional el estudio y resolución de nuestras propuestas de arreglo y para facilitar una y otra cosa, tengo la honra de poner en manos de V.E. la presente nota, que contiene una suscinta explicación de las bases definitivas de paz aceptadas por mi Gobierno.
Sometidas dichas bases al juicio del Congreso Boliviano, he considerado útil que los representantes del pueblo tengan cabal conocimiento de su texto y de las razones que lo justifican.
En cumplimiento de las instrucciones de mi Gobierno y partiendo del antecedente aceptado por ambos países de que el antiguo litoral boliviano es y será siempre para Chile, tuve el honor de presentar a V.E. las siguientes bases de un tratado de paz y amistad:
El Gobierno de Chile, estará dispuesto a trueque de celebrar el tratado de paz con Bolivia, a otorgar, en cambio de la cesión definitiva del litoral boliviano que hoy ocupamos en virtud del Pacto de Tregua, las siguientes compensaciones:
a) Hacerse cargo y comprometerse al pago de las obligaciones contraídas por el Gobierno de Bolivia a favor de las Empresas mineras de Huanchaca, Corocoro y Oruro y del saldo del empréstito boliviano levantado en Chile  en 1867, una vez deducidas las cantidades que hubiesen sido de abono a esa cuenta según el artículo 6° del Pacto de Tregua.
Chile podría, asimismo, satisfacer los siguientes créditos que pesaban sobre el litoral boliviano: -el que corresponde a los bonos emitidos para la construcción del ferrocarril de Mejillones a Caracoles; el crédito a favor de don Pedro López Gama, representado en la actualidad por la casa de Alsop y Cª de Valparaíso; el de don Enrique Meiggs, representado por don Eduardo Squire, procedente del contrato celebrado por el primero con el Gobierno de Bolivia en 20 de mayo de 1876 sobre arrendamiento de las salitreras fiscales del Toco; y el reconocido a favor de la familia de don Juan Garday. Estos créditos serán objeto de particular liquidación y de una especificación detallada en un protocolo complementario.
b) Una suma de dinero que será fijada de común acuerdo por ambos gobiernos y que deberá invertirse en la construcción de un ferrocarril que, o bien una algún puerto de nuestra costa con el interior de Bolivia o bien sea la prolongación del actual ferrocarril de Oruro.
A juicio del infrascrito, esta suma no deberá exceder de seis millones de pesos y la determinación de los puntos de partida y de término, como el trazado y demás condiciones del ferrocarril, serán resueltos de común acuerdo por ambos gobiernos,
c) El puerto elegido para punto de partida de ese ferrocarril será declarado franco para los productos y mercaderías que por él se internen en tránsito para Bolivia y para los productos y mercaderías bolivianas que por el mismo se exporten.
En las diversas conferencias que tuve con V.E., analizando  las bases anteriormente trascritas, V.E. me manifestó que, a su juicio las ofertas  hechas no eran suficiente compensación del litorial boliviano y que Bolivia necesitaba de un puerto y de absoluta libertad comercial. El Gobierno de Bolivia estima que el Pacto de Tregua que favorece excepcionalmente el comercio de Chile, es gravoso para Bolivia y ha dado origen a reclamaciones de Potencias europeas. Bolivia mira su independencia comercial como una consecuencia de su independencia política y quiere quedar en libertad de desahuciar los tratados que la perjudican y de celebrar otros que  le convengan, sin  que esto signifique  hostilidad a Chile, pues queda entendido que en Chile las franquicias comerciales que concede a otras naciones.
Días después, y como resultado natural de las conferencias, V.E. me comunicó las proposiciones acordadas por el gobierno y que son las siguientes:
El gobierno de Chile se hace cargo de las obligaciones contraídas por Bolivia a favor de las Empresas mineras de Huanchaca, Corocoro y Oruro y del saldo del empréstito boliviano de 1867. Se hará cargo igualmente de los siguientes créditos que pesaban sobre el litoral boliviano: -el que corresponde a los bonos emitidos para la construcción del ferrocarril de Mejillones a Caracoles; el crédito a favor de don Pedro Lópes Gama; el de don Enrique Meiggs, procedente del contrato celebrado con Bolivia en 1876 sobre arrendamiento de las salitreras fiscales del Toco y el reconocido a favor de la familia de don Juan Garday.
El gobierno de Chile se obliga a ceder a Bolivia, de sus posesiones de la costa del Pacífico, el dominio perpetuo de una zona de territorio que comprenda uno de los puertos actualmente conocidos, la cual zona, situada al norte de aquellas posesiones, se extenderá hasta la frontera boliviana.
Las relaciones comerciales continuarán entre ambos Estados. En lo sucesivo, cada nación, consultando sus propias conveniencias, podrá gravar o declarar libres de derechos fiscales y municipales los productos naturales y manufacturados que se exporten por los mismos puertos al extranjero, tendrán libre tránsito.
En cambio de estas condiciones, el Gobierno de Bolivia está dispuesto a celebrar el Tratado de Paz que asegure la cesión definitiva del litoral boliviano ocupado por Chile.
En las bases anteriores no se toma en cuenta la oferta de seis millones de pesos destinados a la construcción de un ferrocarril. Esta suma no es despreciable y puedo repetir aquí a V.E. lo que he tenido ocasión de insinuarle diferentes veces, que mi Gobierno estaría dispuesto a aumentarla si se aceptaran sus proposiciones de arreglo. No se menciona tampoco la concesión de un puerto franco enteramente favorable al comercio de Bolivia.
Sometidas las bases de la Cancillería boliviana al estadio de mi Gobierno, no hubo inconveniente para aceptar las dos cláusulas que se refieren a la libertad comercial.
Es entendido que Chile quedará en las mismas condiciones que las Potencias que mas adelante celebren tratados comerciales con Bolivia.
V.E. convendrá que esta explicación no significa ninguna concesión hecha a mi país. La libertad comercial de Bolivia, en un tratado celebrado con Chile, no lleva consigo idea de hostilidad. Sería un contrasentido que mi país ajustara convenciones destinadas a perjudicar su comercio.
V.E. me repitió, además, que si Bolivia trabaja para conseguir su absoluta libertad comercial, lo hace por razón de su independencia de nación y también con el objeto de desahuciar tratados que han llegado a ser onerosos con el tiempo.
Como mi gobierno está animado de los mejores propósitos, no ha habido dificultad en aceptar esta cláusula de libertad comercial, dando así una prueba manifiesta del deseo de concluir alguna vez con nuestras diferencias y de procurar el ensanche del comercio boliviano.
Chile renuncia las positivas ventajas consignadas en el Paco de Tregua y en el protocolo complementario a dicho pacto, que favorecen su comercio,  a trueque  de obtener una paz estable y beneficiosa para ambos pueblos. En adelante no tendrá otras franquicias comerciales que las que las que Bolivia tenga a bien acordar a otras Potencias, Chile, en una palabra, hace una gran concesión a Bolivia.
De este estudio comparativo aparece que la única dificultad que existe y que impide un arreglo que reclaman a voces chilenos y bolivianos, es la segunda de las bases propuestas por el Gobierno de Bolivia.
En obedecimiento, tal vez, a opiniones de otro tiempo. V.E. consigna como una aspiración del pueblo boliviano  la de poseer a perpetuidad “una zona de territorio que comprenda uno de los puertos actualmente conocidos”. Esta zona deberá estar situada a la extremidad norte de las posesiones chilenas y se extenderá hasta la frontera boliviana.
He aquí una exigencia doblemente difícil y casi imposible de cumplir.
¿Dónde encontraremos, señor ministro, una zona y un puerto que corresponda precisamente a la ubicación señalada con tanta precisión en la cláusula citada?
Nuestra costa llega por el norte hasta la quebrada de Camarones, en conformidad al Tratado de Paz celebrado con el Perú. Siendo cosa sabida y entendida que Bolivia no pretende zona ni puerto en el territorio de su antiguo litoral, no diviso, a la verdad, de donde podríamos nosotros entregar a Bolivia lo que pide.
No habría chileno capaz de firmar un tratado de paz con una cláusula semejante. Desde la quebrada de Camarones al sur, hasta el estrecho de Magallanes, todas las poblaciones son chilenas, netamente chilenas, formadas, desarrolladas y sustentadas con nuestros nacionales, con nuestros capitales, con el sudor y el esfuerzo del pueblo chileno. En esas poblaciones, incluyendo también el antiguo litoral de Bolivia, no hay casi bolivianos. Conceder, pues, una zona y un puerto en esos lugares sería entregar a nación extraña millares de familias chilenas, y esto en plena paz, por para condescendencia graciosa.
Bolivia se presentaría en actitud hostil y no tranquila y pacífica por el hecho sólo de sustentar tan temeraria pretensión.
Ya en 1884, en las conferencias que tuvieron lugar en Santiago entre los Ministros Plenipotenciarios de Bolivia y el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, y que dieron por resultado el Pacto de Tregua, se trató este punto y quedó eliminado por consentimiento de los mismos representantes de Bolivia.
Quedó convenido entonces que una salida al Pacífico que produjera una solución de continuidad en el mismo territorio chileno, es inaceptable por su propia naturaleza.
Y hace muy poco tiempo, en 1890, el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Chile, en nota de 29 de Abril del año citado, dirijida a nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, reconoce lo mismo que los plenipotenciarios bolivianos habían reconocido en 1884, esto es, que es inaceptable, por su propia naturaleza, solicitar una zona de terreno que produjera una solución de continuidad en el territorio de la República.
Creo, en consecuencia,  que V.E.  no ha fijado su pensamiento en el territorio que se extiende al sur de la quebrada de Camarones y que,  por el contrario,, al redactar la cláusula de que me ocupo, ha tenido constantemente fija la atención en las provincias que se extienden al norte del límite apuntado.
Es cierto que por el tratado sobre transferencia de territorio, firmando el 18 de mayo de 1895,   se estableció condicionalmente que “si a consecuencia del plebiscito que haya de tener lugar en conformidad al Tratado de Ancón, o a virtud de arreglos directos adquiriese la República de Chile el dominio y soberanía permanente sobre los territorios de Tacna y Arica, se obliga a transferirlos a la República de Bolivia en la misma forma y con la misma extensión que los adquiera sin perjuicio de lo establecido en el artículo II”; pero V.E. sabe que la condición no se ha cumplido y que su falta de cumplimiento no es imputable al Gobierno de Chile.
En el momento actual, y es esto lo importante, la Republica de Chile no ha adquirido todavía dominio y soberanía permanente sobre los territorios de Tacna y Arica. Basar un tratado de paz en un acontecimiento que no se ha realizado, que depende, en parte, de voluntad agena, es hacer una obra deleznable y proceder a suscitar dificultades en vez de ponerles término, es volver a caer en el mismo error que se padeció en 1895.
Sería penoso entrar a averiguar minuciosamente las causas que han retardado la aprobación constitucional de los tratados de 1895; pero V.E. no debe olvidar que no han sido estraños a causa el Protocolo adicional de 9 de diciembre de 1895 y el aclaratorio del anterior de 30 de abril de 1896. Dichos protocolos, especialmente el primero que contiene exigencias bolivianas de última hora, forman con los tratados un solo cuerpo, de tal manera que su falta de aprobación importa un desacuerdo sobre una base fundamental que hace ineficaces todos los tratados de mayo de 1895.
La redacción de los tratados y de los protocolos, la simple lectura de éstos documentos, revela a las claras la buena voluntad del Gobierno de Chile. Plenamente quedó desmostrado entonces el vivo deseo que tenía Chile de ganar y conservar la buena amistad de Bolivia, pues al concederla a lo más rico de las provincias de Tacna y Arica, todo espíritu imparcial tendrá que reconocer que procedía con extremada generosidad.
No se han perfeccionado esos pactos, desgraciadamente; no se ha cumplido la condición estipulada. Fueron pactos prematuros, muertos antes de nacer.
No habiéndose realizado el plebiscito de que habla el Tratado de Ancón, nos encontramos hoy en la misma situación jurídica que tenían ambos países en 1884.
Los Plenipotenciarios bolivianos que negociaron el Pacto de Tregua, pidieron con instancia una salida al Pacífico para Bolivia y creyeron que podrían obtenerla en el extremo norte del territorio cedido temporalmente por el Perú. El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile se negó terminantemente  a esta petición. A su juicio esta petición no estaba siquiera dentro de la esfera de acción y de las facultades del Gobierno: Chile no ha adquirido el dominio de aquellos territorios, sino una mera expectativa sujeta a plazos y condiciones estipulados en el Tratado de Ancon. No es dueño todavía y no debe entonces tratar como si lo fuera.
Hoy podemos repetir iguales conceptos. El plebiscito no se ha verificado; no es posible celebrar tratados tomando por base acontecimientos que no se han realizado y que dependen, en parte, de voluntad agena.
El gobierno y el pueblo de Chile están vivamente interesados en que el plebiscito tenga lugar lo más pronto posible, y el Gobierno y el pueblo desean que el acto se verifique en condiciones que satisfagan las legítimas aspiraciones nacionales. Cuando llegue el día de su celebración, esperamos confiadamente que el plebiscito será favorable a Chile.
V.E. sabe que la opinión pública de mi país se ha modificado notablemente a contar desde los últimos días de 1895. Hoy no se piensa como en años pasados.
Es digno tema de meditación para los hombres de estado de Bolivia investigar por qué un pueblo sesudo y justiciero, como el pueblo chileno, tiene sobre Tacna y Arica ideas uniformes muy distintas de las que manifestó públicamente en mayo de1895.
Para hablar con la claridad que exigen a veces los negocios internacionales, menester es declarar que Bolivia no debe contar con la transferencia de los territorios de Tacna y Arica, aunque el plebiscito sea favorable a Chile. El pueblo chileno, con una uniformidad que no se ve de ordinario en otras naciones, ha manifestado su voluntad de conservar esos territorios como una justa compensación de los sacrificios de todo orden impuestos al país.
No habría inconveniente para ceder una zona al norte de Arica, es decir, en el extremo norte de las posesiones chilenas en el Pacífico, conformándose a sí a la letra de la cláusula segunda de las proposiciones del gobierno de Bolivia: pero la naturaleza se opone a este buen deseo de nuestra parte. Al norte de Arica no hay puerto, ni siquiera una caleta mediana; desde Arica hasta Sama la costa es brava y casi inabordable.
Después de lo dicho, la conclusión se impone por la fuerza. Chile no acepta la cesión de la zona y del puerto pedidos por Bolivia, porque, a pesar de sus buenos propósitos, está en la imposibilidad de satisfacer tales exigencias. No hay puerto que ceder. Al sur de Camarones todos los puertos son chilenos, habitados casi en su totalidad por ciudadanos chilenos; la concesión de una zona, además, en cualquiera latitud, traería por resultado la división de nuestro país en dos trozos separados; se produciría una solución de continuidad, lo que es inaceptable. Entre la quebrada de Camarones y Arica, el único puerto que merece el nombre de tal, es Arica, y éste lo necesita nuestro país, el dominio de los territorios de Tacna y Arica no puede mantenerse sin la posesión y dominio del puerto. Al norte de Arica la vista se pierde siguiendo las sinuosidades de una costa inhospitalaria.
Aún en el caso de que mi país deseara vehementemente dar cumplimiento a las aspiraciones de Bolivia, no sabrá como realizarlas. Por la fuerza, entonces, tenemos que descartar esta exigencia, que viene a impedir un acuerdo amigable entre los dos pueblos.
Cabe preguntar aquí, señor Ministro, si Bolivia tiene necesidad imprescindible de un puerto en el pacífico.
Me atrevo a dar una respuesta negativa.
Son varias las consideraciones que se hacen valer en apoyo de la cesión de un puerto, pero todas ellas pueden condensarse en el siguiente pensamiento consignado en un importantísimo documento gubernativo: “No ha podido llegarse a ningún acuerdo (con Chile) porque se ha rechazado la muy legítima exigencia de Bolivia, de que, en compensación de su valioso Litoral, se le conceda por lo menos la soberanía de un puerto para su comunicación libre e independiente con los demás Estados del mundo civilizado”.
La legítima exigencia de un puerto se funda en que Bolivia quiere asegurar su comunicación libre e independiente con el resto del mundo.
En presencia de tal deseo, alguien se atrevería a pensar que Bolivia carece de una comunicación libre e independiente o que, por lo menos, el gobierno de Chile estorba de alguna manera la libertad de sus comunicaciones; V.E. sabe que ni una ni otra cosa son verdaderas.
El hecho público, positivo e incontestable es que el gobierno y el pueblo de Bolivia están en posesión de la más absoluta libertad e independencia para sus comunicaciones de todo género. El gobierno y el pueblo de Chile se encuentran en la misma situación, exactamente en la misma favorable condición que el gobierno y el pueblo bolivianos.
Abrigo la convicción de que un puerto propio no añadiría nada al comercio ni al poder de Bolivia.
Durante la paz, Bolivia exportará sus productos por los puertos chilenos y especialmente por Antofagasta y Arica, que serán puntos de término de líneas férreas y, por consiguiente, puertos francos. Bolivia tendrá en ambos puertos sus empleados de aduana que dependerán exclusivamente de las autoridades de su país. Actualmente funcionan en Antofagasta empleados chilenos y bolivianos en la aduana de ese puerto, con verdaderas ventajas para Bolivia y sin tropiezo de ninguna clase.
Si mas tarde intentase Bolivia levantar un empréstito en Europa, dando como garantía la renta de sus aduanas, no sería, ciertamente, un estorbo para esta operación financiera el hecho de que las entradas aduaneras de Bolivia, afectas al pago de aquel empréstito, se cobraran en un puerto chileno, ya que, felizmente, el crédito de mi país goza generalmente en el mundo de sólida y merecida reputación.
Lo que interesa vivamente a esta nación son los caminos, las líneas férreas, sobre todo, que la pongan en contacto con los puertos chilenos. Fletes baratos, facilidad de comunicaciones, he aquí lo importante y vital para prosperar durante la paz.
En tiempo de guerra, las fuerzas de Chile se apoderarían del único puerto boliviano con la misma facilidad con que ocuparon todos los puertos del Litoral de Bolivia en 1879.
Esto no es un vano orgullo, porque sabido es de todos los que conocen los recursos de mi país que su poder ofensivo se ha centuplicado en los últimos veinte años. Si todo lo dicho mas arriba es verdadero, hay que confesar, señor Ministro, que un puerto propio no es indispensable y que su adquisición no aumentaría el poder de Bolivia en tiempo de paz, ni en tiempo de guerra.
Y si el dominio de una angosta faja de terreno y de un puerto, que en nada aumentarían el poder productivo y guerrero de esta nación, es el único obstáculo que encontramos para firmar una tratado de paz ¿no es natural que los espíritus patriotas y bien inspirados dejen a un lado tales pretensiones y busquen otros caminos para llegar a una solución conveniente?
Manteniendo la exigencia de un puerto se va a lo desconocido, se agrava la situación actual, de suyo precaria y llena de peligros; abandonándola, se facilita el acuerdo entre los dos países, se quita el único obstáculo que impide la celebración del tratado de paz.
En materia tan delicada es preciso juzgar con ánimo sereno y no apasionado, olvidar ideas preconcebidas y ver las cosas tales como son y no como pudieran ser.
El hombre de estado debe mirar más allá del día de mañana.
Es propio de políticos vulgares aferrarse a una idea que esté en armonía con el sentimiento público dominante, porque de esta manera no hay necesidad de observar y estudiar, ni menos de combatir: basta y sobra con dejarse llevar.
Yo desearía, señor Ministro, que un espíritu culto, inteligente y perspicaz como el de V.E., abandonara el camino fácil y trillado y entrara a investigar si conseguir la buena y perpetua amistad de Chile, importa para Bolivia mucho más que una angosta faja de territorio estéril y un puerto enclavado en ella.
Medítese un momento y se llegará a esta conclusión: que la mistad de Chile puede ser en gran manera provechosa para Bolivia, al par que la tirantez de relaciones entre ambos países no daría para ella el mismo resultado. Cualquier espíritu sereno se inclinará a creer que los hombres de estado de este país no trepidarán en la elección.
Hace muchos años que mi país desea convertir el Pacto de Tregua en tratado de paz, arreglar de una manera definitiva todas sus diferencias con Bolivia. Chile quiere dedicarse al trabajo con sosiego, sin sobresaltos, y aspira, como es natural, a una paz honrosa, permanente, y que reporte utilidades a ambos pueblos. Una serie de acontecimientos, muy desagradables algunos, le han hecho ver, además, que hay absoluta necesidad de terminar cuanto antes todas estas dificultades de vecindad.
No podemos esperar más. El gobierno y el pueblo de Chile consideran que han esperado con paciencia.
Según nuestro criterio, las bases propuestas por Chile son equitativas, las únicas compatibles con la situación actual. Sería una verdadera desgracia que el Congreso Boliviano pensara de distinta manera.
Es un error muy esparcido y que se repite diariamente en la prensa y en la calle, el afirmar que Bolivia tiene derecho de exigir un puerto en compensación de su Litoral.
No hay tal cosa. Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de él con el mismo título con que  Alemania anexó al imperio la Alsacia y la Lorena, con el mismo título con que los Estados Unidos de la América del Norte han tomado a Puerto Rico. Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones.
Que el litoral es rico y que vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque vale; que si nada valiera, no habría interés en su conservación.
Terminada la guerra, la nación vencedora impone sus condiciones y exige el pago de los gastos ocasionados. Bolivia fue vencida, no tenía con que pagar y entregó el Litoral.
Esta entrega es indefinida, por tiempo indefinido; así lo dice el Pacto de Tregua: fue una entrega absoluta, incondicional, perpetua.
En consecuencia, Chile no debe nada, no está obligado a nada, mucho menos a la cesión de una zona de terreno y de un puerto.
En consecuencia, también, las bases de paz propuestas y aceptadas por mi país y que importan grandes concesiones a Bolivia, deben ser consideradas no sólo como equitativas, sino como generosas.
Es de esperar que los miembros del Congreso, diputados y senadores, que conocen su país y desean su bienestar, procedan con el espíritu elevado y justiciero que se necesita para dar termino a todas las dificultades pendientes.
Confiando en que al tomarse sobre estos graves asuntos una resolución final, ella se inspire a la vez en los bien entendidos intereses de Bolivia y en las benévolas disposiciones de Chile, me es particularmente grato, señor Ministro, dejar aquí constancia de la cordialidad en que se han inspirado las negociaciones que he tenido el honor de gestionar con V.E. y del elevado espíritu con que han sido sostenidas las discusiones a que ellas han dado lugar.
Aprovecho esta oportunidad de renovar a V.E., los sentimientos de mi más alta y distinguida consideración y especial aprecio.
(Firmado)- Abraham König.
A. S.E. el señor Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, don Eleodoro Villazón.